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El bisturí

Un cambio de régimen disfrazado de esperpento

La actuación bananera del presidente ya está escrita en los libros de historia de la mayoría de las dictaduras

Se equivocan gravemente los que piensan aún de forma cándida que el esperpento protagonizado el pasado fin de semana por Pedro Sánchez fue fruto de un arrebato furibundo, una reacción huracanada, humana e improvisada, ante la embestida judicial y política contra su entorno más cercano. Nada más lejos de la realidad. Esa fue la excusa, el pretexto perfecto, el medio que sirve para justificar dos fines en lugar de uno. El primero, dejar bien claro que detrás de toda acción contra los más allegados –entre los que se encuentran algunos miembros de lo que queda de su formación política– habrá una respuesta que será totalmente desproporcionada para que no pueda dar lugar a posibles contrarréplicas. Un marcaje de terreno o aviso para navegantes, vaya, para que nadie pueda decir luego que no sabía lo que podía ocurrir si se traspasan las líneas rojas marcadas por el sanchismo. El segundo fin es allanar el camino para justificar una ofensiva contra toda actuación tendente a poner palos en las ruedas del poder, empezando para ello por los jueces y periodistas, los dos elementos díscolos que aún quedan por domeñar en este ciclo de socialcomunismo. Exactamente como ocurrió en la Venezuela de Chaves.

No. Nada fue espontáneo en la saga/fuga/reaparición del presidente del Gobierno/partido, sino que todo estuvo meticulosamente meditado: desde la carta de marras y su divulgación a través de la red social X –antes Twitter–, hasta la súbita desaparición de la escena pública, pasando por un pseudobaño populista que apenas logró congregar a 12.500 simpatizantes entre afiliados, sindicalistas y artistas de la ceja –por mucho que se quisiera hacer pasar por una concentración masiva–, los pronunciamientos de adulación ad nauseam a su figura por parte de sus lugartenientes, o el bombardeo mediático llevado a cabo por afines y tertulianos de carnet. Como bien apuntó el propio Sánchez a su regreso, nada de un punto y seguido, sino un punto y aparte en toda regla, sobre el que evitó concretar nada, algo que sí hizo Alberto Núñez Feijóo en su réplica inicial al monólogo del presidente. Se trata, apuntó, de un intento de cambio de régimen por la puerta de atrás. A pesar de parecer novedosa en nuestra democracia, la actuación bananera del presidente ya está escrita en los libros de historia de la mayoría de las dictaduras, porque no han sido pocos los tiranos que han hecho uso de ella. Fidel Castro, por ejemplo, tan admirado entre las huestes socialistas españolas, protagonizó a comienzos de su mandato un amago de dimisión que en realidad perseguía un baño de multitudes dirigido a reforzarle en el poder y a segar de paso las piernas de los que se le oponían. Ya saben lo que ocurrió después en Cuba. El resultado de esta catarsis peronista, de este viejo ejercicio de adoración al líder que emerge de los infiernos a los que él mismo ha descendido, se materializará en acciones concretas que constituyen en sí mismas auténticos ataques a las reglas más elementales de la democracia. Yolanda Díaz, que se aferra a Sánchez con la misma fuerza con la que pierde votantes en todas las elecciones, ya apunta a leyes mordaza. Otros dirigentes airean a través de los tentáculos mediáticos socialistas la necesidad de cambiar hasta el modus operandi de la formación de los jueces y, desde luego, los mecanismos que los convierten en un contrapoder del Ejecutivo. Abonado el terrero, ya solo queda plantar la simiente.

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