Quisicosas
Cantos y cuernos
Los pájaros nacen con un patrón tosco de canto y aprenden el resto laboriosamente
Una imagina la vida plácida de los pájaros, felices y libres en plena naturaleza, y se equivoca de lado a lado. Resulta que están literalmente en un sinvivir y no sólo por los predadores o la búsqueda de alimento, sino por la infidelidad de sus perversas señoras. El ruiseñor es capaz de producir 1.160 notas y 200 frases melódicas diferentes sólo por asegurar a su chica que es el más listo del campo y el mejor reproductor. Resulta que la calidad de los trinos de una especie es directamente proporcional al riesgo de cuernos y el que no pía adecuadamente tiene el nido lleno de huevos ajenos, de modo que no traslada a la siguiente generación su dotación genética. Al parecer, las pájaras están hechas unas pájaras y constituyen un verdadero quebradero de cabeza para los machos. Ruiseñores y mirlos son los campeones del orfeón precisamente porque sus señoras son de casco ligero, las más promiscuas. El camachuelo, por el contrario, tiene un canto pobre y monótono debido a que pertenece a una de las pocas especies donde las parejas permanecen unidas de por vida, en perfecta monogamia. No canta porque no lo necesita, no porque no sepa. En el siglo XIX los guardabosques alemanes enjaularon camachuelos y, a fuer de abstinencia penitencial e imitando los silbidos de sus captores, desarrollaron trinos asombrosos, que los convirtieron en codiciados en las cortes de la época. Los zares de Rusia y la reina de Inglaterra los entrenaban prodigiosamente. Cuando la vida se lo pone muy difícil, las aves se crecen. El tráfico en Berlín ha potenciado el canto de los mirlos hasta los 95 decibelios, el equivalente a una sirena de bomberos cercana. También se piensa que el ruiseñor canta de noche justo porque la infidelidad constituye un peligro a esas horas. Le toca hacer horas extra.
Los pájaros nacen con un patrón tosco de canto y aprenden el resto laboriosamente. Muchos no sólo reproducen los sonidos de su propia especie, sino que imitan perfectamente los trinos ajenos. El colirrojo real es capaz de reproducir el canto de 50 especies. Ahí fuera hay un mundo canoro, como cuenta el británico Dave Langlois en «Los cantos de los pájaros. El orfeón olvidado», de la editorial Tundra. Dave reside en Asturias y baja a la Vera extremeña en primavera. Si en toda Gran Bretaña hay 6.000 parejas de ruiseñores, sólo en La Vera se han registrado 50.000 parejas. Se habla mucho de turismo ornitológico, pero ver a los buitres en las Hoces del Duratón o las aves de presa en Monfragüe no es levantarse a las cinco y descubrir un coro polifónico al filo del alba.
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