Enrique López

Cambio climático judicial

La Razón
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Decía Quevedo que donde no hay justicia es peligroso tener la razon, y cada día que pasa, más me conjuro con esta frase. En España hay justicia y de la buena, pero el problema radica en que entre todos la mataron, y ella solo se murió. En el debate real sobre la justicia a nadie la interesa lo que en realidad le preocupa al ciudadano, su gestión, la rapidez, la eficacia, etc. El problema para muchos es sencillamente quien tiene más o menos influencia en la misma, y, sobre todo, los nombramientos. Medios de comunicación, especialmente en eso que se denomina la izquierda mediática, descalifican a todos aquellos jueces o fiscales que no les caen bien, o que consideran adversarios, formulando listas de nombres, asignándoles falsos currículos, y sobre todo formalizando juicios de intenciones, muchos de los cuales caen en el ámbito de la injuria y de la calumnia, y que solo por pereza y no sobrecargar más el sistema, desistimos del ejercicio de acciones penales. A estos inefables profetas del cambio climático judicial se le unen una clase de personajes que desde dentro y fuera del sistema se califican de neutrales, los cuales emboscados en su ideología oculta, se erigen en oráculos y deciden quien es apto o no para determinados cargos, quien tiene el mejor o peor currículo, y a veces, desde la mendacidad califican o descalifican a su antojo. Llegan algunos a la lujuria de la pretendida independencia manifestándose como tales, a la vez que asesoran a nuevos partidos políticos, aportadores soluciones para despolitizar la justicia, algunas de las cuales son sencillamente descabelladas y propias de quien desconoce cómo funciona en realidad nuestro sistema. A ello, se le une que determinadas asociaciones profesionales descalifican mediante comunicados determinados nombramientos para cargos judiciales, atribuyendo al Consejo del Poder Judicial fines políticos en los mismos, y lo más grave, poniendo en cuestión la honorabilidad y profesionalidad del juez o jueza designados, atribuyéndoles que están al servicio de algún partido político, prosiguiendo en la vergüenza de las recusaciones ideológicas magníficamente orquestadas. Así es muy difícil continuar, y sobre todo es muy peligroso, asusta. Pero lo más preocupante de todo esto, es la falta absoluta de compromiso con la justicia de verdad, con las necesidades del ciudadano, y especialmente con la efectiva lucha contra la corrupción totalmente desapegada del oportunismo político. La sociedad asiste atónita a todas estas intrigas palaciegas que nos recuerdan porque asesinaron a Cicerón o se suicidó Seneca. La mediocridad acompañada de la maldad, y de algunos tontos útiles, se están cebando en un sistema que a pesar de su fortaleza languidece. La ambición desmedida de algunos y la pretendida superioridad moral de otros, hacen que nos olvidemos de lo importante, el ciudadano y sus necesidades. Ya está bien de pogromos judiciales, de plumillas y tertulianos que intentan crear un escenario negro y fatídico de nuestra justicia, ya está bien de tantas infamias y mentiras. La única solución es que lo que realmente nos preocupe sea la justicia de verdad, con mayúsculas, y comenzamos a reivindicar el sistema, tratando de mejorarlo pensando solamente en los ciudadanos.