Irene Villa

¡Campeona!

La Razón
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Es la gran deportista que nos tiene a todos encandilados. Pero más que por sus resultados, que han sido extraordinariamente buenos en el Mundial de Natación de Budapest, por su manera de afrontar cada temporada, por su espíritu deportivo, luchador, competitivo... por su tesón, su entrega, su compromiso y su ina-gotable voluntad que hace que el esfuerzo sea cada día su innegociable clave de éxito. Mireia Belmonte acapara todos los medios de comunicación, ¡por fin una mujer!, y sí, hay muchas más que lo merecen, que representan los mismos valores de esfuerzo, disciplina y coraje que Mireia pero cuesta superar la injusta brecha de la discriminación tan enorme e insalvable que hay en el mundo del deporte. Pero en nuestra genética está luchar contra las injusticias y hacernos nuestro espacio. Así lo demuestra y representa Mireia y otras deportistas admirables como Ruth Beitia, Almudena Muñoz, Theresa Zabell, Amaya Valdemoro, Patricia García, Garbiñe Muguruza, Ona Carbonell, Teresa Perales, Beatriz Manchón (tricampeona del mundo de piragüismo quien por cierto ha denunciado por segundo año consecutivo que no podrá participar en la máxima categoría de la competición del Descenso del Sella por ser mujer) y no sigo porque afortunadamente no cabrían en esta columna. Y es que poco a poco nuestras deportistas se van haciendo hueco, emocionando con sus trayectorias y sus logros y llenando pabellones. Estamos encantadas de que cada vez exista mayor visibilidad de la mujer en el deporte así como en la formación técnica y en la gestión federativa. Además, necesitamos que las empresas patrocinadoras se involucren, no solo porque signifique un compromiso vital en ese espinoso y aparentemente interminable camino hacia la igualdad, sino porque también es rentable. Y lo es tanto por el espectáculo como por la cantidad de logros que el deporte femenino español está consiguiendo. Hemos demostrado también gran capacidad para la gestión en el ámbito deportivo y, lo más importante, pasión por el deporte. No en vano nuestra querida Mireia es ya un genial espejo en el que los padres quieren que se miren sus hijas.