El desafío independentista

Curzio Malaparte

La Razón
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Debo ser un poco raro, porque mientras en las tertulias de televisión suspiraban para que Puigdemont convocase elecciones, yo anhelaba que no lo hiciera. Suena perverso, pero no es así, porque si el hasta hace unas horas presidente de la Generalitat hubiera optado por los comicios en lugar de echarse al monte, el desastre habría sido monumental. El PSOE, que seguirá debatiéndose en la incoherencia hasta que sus votantes quepan en un autobús, se habría descolgado del acuerdo, exigido a Rajoy paralizar el 155 y preconizado el chalaneo. A Rajoy, que no ignora el sentir de millones y millones de españoles, se le habrían complicado las cosas. Hemos tenido suerte, porque los dirigentes independentistas catalanes, como les pasa a los de Podemos, son mucho más fanáticos y bastante menos listos de lo que parecían. Que Junts pel Sí exigiera votación secreta por miedo a las represalias puso en evidencia la poca fe que los secesionistas tenían en lo que estaban haciendo; pero tiraron para delante y deben asumir las consecuencias. El que la proclamación de la «República Catalana» no haya tenido tintes heroicos y que en lugar de una fiesta aquello pareciera un funeral, un sainete sin épica ni brillo, no resta gravedad a lo ocurrido. Dicen que Churchill decía que un político se convierte en estadista «cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones». No estoy muy seguro de que Rajoy entre en esa categoría, pero sí de que cualifica para lo que debe ser un presidente en opinión de Harry Truman, aquel que tenía sobre la mesa del Despacho Oval una placa con la inscripción: «Aquí se terminan los problemas». Es él, por encima de su partido y de sus ministros, quien ha asumido, sin que le temblara el pulso, toda la responsabilidad y desde el anochecer del viernes no cesa de tomar decisiones y darnos alegrías.

Sólo hay de momento un lunar, consecuencia de haber aceptado la enmienda socialista para que TV3 siga en manos de los promotores del odio. Este de Cataluña va a pasar a la Historia como el primer golpe de Estado frustrado en que se cede el control de los medios de comunicación a los golpistas. Nadie lo entiende en la España que ha colgado banderas rojigualdas en los balcones o en la Cataluña harta de ser desdeñada por su españolismo. Ni eso, ni que Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Trapero y sus compinches sigan cobrando, conspirando y durmiendo en sus casas. Mariano: voy a abrir una colecta para regalarte «Técnica de Golpe de Estado» de Curzio Malaparte.