Alfonso Ussía

De Brotons a Brotons

La Razón
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Conocí a un José Joaquín Brotons que era director de Deportes en Telemadrid en 1991. Poca cosa, pero fatuo y de voz cantarina al estilo de la Castafiore. No puedo asegurarlo, pero intuí en su personalidad una derivación invencible hacia la cercanía del poder. Nunca me interesó, como ninguno de los dedicados al periodismo exclusivamente futbolero. Algo tendrá cuando simultánea tertulias en la COPE y La Sexta. Tiene que ser un sabio del mundo del esférico. Creo haberlo visto en algún programa de «debate» en la televisión del Real Madrid. Sumo pontífice de las obviedades. No recuerdo, en cambio, haberlo leído. Es posible que le suceda lo que a muchos, que es fluido de lengua y torpe de pluma.

Entiendo que lleva muchos años con el balón a cuestas y se siente harto de hablar de Ramón Mendoza, Lorenzo Sanz, Butragueño, Míchel, Cristiano Ronaldo, Messi y Simeone. Tiene que ser muy aburrido, y a destiempo, porque ya es tarde para él, se ha iniciado en el periodismo político. Disculpar a un árbitro de fútbol, criticar a un entrenador, elogiar a un presidente y desmerecer a un futbolista carece de importancia. Pero señalar a tres ilustres compañeros de profesión que le dan doscientas vueltas en cultura y éxito, como autores intelectuales de una agresión cobarde es muy grave. Podría consultar datos de Brotons, pero no es necesario. Me importa un bledo conocer el lugar de nacimiento de Brotons, los puestos que ha ocupado, los cargos que ha desempeñado, su plato favorito y la ciudad que más le gusta. Me contó Antonio Mingote que en una reunión del jurado de «Miss España», los componentes del mismo se afanaban en entrevistar a «Miss Albacete». Anson, que era el presidente del jurado, curioso de la experiencia viajera de «Miss Albacete» y su predilección por una urbe del globo terráqueo preguntó a la aspirante. –De todas las ciudades que usted conoce, ¿cuál es su preferida?–. Y ella, haciendo alarde de amor a las raíces y sabedora de su responsabilidad como representante de su tierra, respondió con contundencia: –Albacete, aunque París también tiene su encanto-. Y a «Miss Murcia», aficionada a la pintura, Mingote le formuló la pregunta que sigue: – ¿ De todos los grandes pintores, con cuál de ellos se siente más identificada?–; y «Miss Murcia» respondió sin dudas ni titubeos: –Con Velázquez, aunque yo pinto con muchísimos más colores-. Me importa tan menos que nada la trayectoria periodística-futbolera de Brotons, que ignoro si prefiere Albacete a París y pinta cuadros como Velázquez pero con muchísimos más colores.

Unos salvajes insultaron y golpearon en Usera a una joven musulmana, a la que culparon del atentado terrorista islámico de Barcelona. Y Brotons escribió un mensaje en las redes muy lejano a sus elogios a los poderosos del fútbol y absolutamente impropio de un colaborador de la cadena de radio de la Iglesia Católica: «La agresión a una joven musulmana en Usera tiene autores intelectuales: Hermann Tertsch, Alfonso Rojo e Isabel San Sebastián, entre otros». Su vileza no tiene límites, y de ahí mi confusión inicial. El Brotons que yo conocí no era nada del otro mundo, pero no se comportaba como un miserable. Y este Brotons, no sólo se comporta como tal, sino que lo es.

Alfonso Rojo es un gran periodista y escritor, y opina desde su libertad del terrorismo islámico. Igual hacen, con semejante riesgo y valor, Hermann Tertsch e Isabel San Sebastián. Alfonso escribe en mi periódico y Terstch y San Sebastián en la querida competencia, aunque Terstch no sea generoso, ni valiente, ni justo con los que escribimos en «LA RAZÓN». Los tres forman parte de un espacio del periodismo de opinión de altura, y se han ganado el prestigio y la credibilidad enfrentándose al terrorismo de la ETA, al terrorismo del Grapo y ahora al terrorismo del Estado Islámico. Terstch, Rojo y San Sebastián se la juegan, mientras Brotons acusa y señala. Muy cobarde este Brotons, que debe con urgencia retomar su actividad de opinante futbolero a favor de corriente, y abandonar otros sectores del periodismo para los que no está ni preparado profesionalmente ni moralmente capacitado para ejercerlos.

Si el terrorismo islámico tuviera la terrible ocurrencia de atentar contra Alfonso Rojo, Hermann Terstch o Isabel San Sebastián, Brotons sería el inductor e impulsor del atentado. Y no puede estar tranquilo, porque entra en lo posible que los que escriben con su verdad por delante en defensa de los valores occidentales, cristianos, liberales y democráticos, terminen con un disparo en la nuca. Si Brotons es creyente –trabaja en la COPE–, haría bien en rezar para que Alfonso, Hermann e Isabel no sufran agresión alguna.

Lo suyo era el balón, y ya, ni eso.