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El circo de Pablo

La Razón
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Cuando el líder de Podemos se aburre, sueña con autobuses eléctricos y mociones de censura en las que inexplicablemente gana. En la realidad, el sueño es otra representación de la realidad en la que no vemos lo que pasa, sino lo que él quiere que suceda. A eso se le podría llamar inventarse la verdad. Todo es mentira pero parece cierto. La moción de censura es una opción, claro que sí, siempre y cuando se cuente con apoyos para pelearla. De lo contrario, como vimos ayer, queda en un número de circo que evidencia el poco o el nulo respeto que tiene Podemos a las instituciones de las que se sirve. Esta sobreactuación sobre el estado de la Nación, aprovechando actuaciones judiciales que ponen firmes a los corruptos, querría alarmar a la población que se preguntará qué ha pasado, qué hay de nuevo para que estos chicos quieran cambiar el Gobierno, que es lo que persigue una moción de censura y, de paso, pisar los callos al PSOE y hacer campaña por Pedro Sánchez, el hombre que debería pedir su ingreso en Podemos. Primero lo liquidaron cuando Iglesias salió pidiendo unos pocos ministerios, y ahora quiere resucitarlo. El único que parece no darse cuenta de la jugada podemita parece ser el afectado. Con Sánchez en el PSOE, Podemos sólo tiene que sacar cuchillo, tenedor y agarrase la servilleta al cuello para darse un festín.

El número circense de ayer estaba tan medido que, como maestro de ceremonias, Pablo Iglesias se puso una chaqueta, un toque más coqueto que serio. Una aburrida chaqueta gris sobre una camisa azul celeste, un azul «gentleman» si el sujeto tuviera percha y no incipiente carga de espaldas. Un azul Agnelli o Kennedy deconstruido para parecer alternativa. Una chaqueta «confort», una talla más grande, diríase que prestada, a resultas pienso de la feminización indescriptible de su portavocía, y no «slim» como la del marxista Alberto Garzón, que a un lado de la foto cerraba con su figura ese paréntesis, esa representación de fin de curso antes del puente, ese brindis de los botellines como si intentaran un siglo después coronar la revolución rusa por las buenas, que ya llegarán las malas.

Podemos quiere ser la ópera de los enfadados, pero a lo que llega es a formar parte del sainete español del momento, tan necesitado de unas puertas que se abren y se cierren y de unos entremeses cómicos de andar por casa entre que Rajoy va y viene de sus viajes. El programa de José Mota de la noche anterior resultó a su lado «La clave» de Balbín. Irene Montero, de negro, como la vieja del visillo; Pablo, del Tío de la Vara, el ceño fruncido y la garrota entre los dientes, y el pitufo gruñón, el personaje en busca de autor, en un programa que no es el suyo. Moción de hartura.