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El escudo

El escudo
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Disponen los israelíes de un dispositivo para interceptar los cohetes palestinos; es un sistema antimisiles que atiende por el pomposo nombre de «Cúpula de acero». No es un escudo, es mucho más que eso y los resultados no se discuten: es como cazar patos en un barreño. Porque hay escudos y escudos, el protector, por ejemplo, o el emblemático, el irrenunciable, el que dignifica porque es la insignia, la historia, la masa social, las vitrinas atestadas de trofeos y los sentimientos de un club, pongamos que hablo del Madrid. El viernes, mientras el equipo de Copa Davis se confabulaba para ganar una final más lejos de casa, sin esconder una sola seña de identidad, Cristiano se subía al autobús del equipo con el escudo del Madrid oculto tras un vulgar esparadrapo. Hay quien no apreció maldad: «Los utilleros suelen poner en cada chandal una pegatina con el dorsal del futbolista para que cada cual coja el suyo». ¿Y plantan la pegatina sobre el escudo? ¿No hay otro sitio? ¿Y sólo se ve el detalle en el de «CR7»?

Sin necesidad de ser malpensado y después de atar varios cabos, no parece casual que Cristiano llevara el escudo tapado. Persigue algo, un aumento de sueldo, porque en lo que va de temporada no ha dejado de enviar mensajitos. Que si la tristeza, que si no me entienden, que si no me quieren, que si no me votan, que si el club no ha contratado a un matón para romperle las piernas a David Navarro, y, por último, la afrenta al símbolo, al madridismo, al escudo. Si no pasa nada, malo, y si le suben el sueldo, peor. Lo de este chico no son modales