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El follón

José Ramón de la Morena reunió en «El transistor» a cuatro cabezas de serie del deporte español: Miguel Cardenal, Alejandro Blanco, Javier Tebas y Luis Manuel Rubiales. Cuatro voces autorizadas para desenmarañar el proceso electoral de la RFEF, que amenaza con eternizarse antes de llegar a las urnas y superar así el tiempo entre costuras, digo en funciones, del Gobierno. La idea de la reunión era magnífica, incluso para una boda en la que el novio, Ángel María Villar, no compareció. Villar en Las Rozas y Rajoy en Moncloa persiguen un objetivo, cuatro años más en el cargo sin facilitar más pistas que su intención. Villar habla en la Asamblea y de puertas afuera, ni un plasma.

Sin el actor principal en esta ceremonia, confusa en algunos pasajes, los demás estaban de acuerdo en que tenía que haber elecciones. El periodista Rafa Fernández sugirió que como las hubo en 2008 y en 2012 con 180 asambleístas, que los responsables restauren aquel estatus y aquí paz y después presidente. La propuesta fue bien recibida; pero no va a ser posible porque el hermético Villar, por alguna de esas razones tan suyas y tan ocultas, decidió reducirla a 140.

Blanco adoptó una postura conciliadora y propuso un acuerdo sobre el punto de fricción: que esos 34 votos de futbolistas, que fluctúan entre lo autonómico y lo estatal, dejen de ser un inconveniente independientemente de su procedencia. No fue rechazada por Cardenal, tampoco asumida, pues hoy quiere explicarse en un desayuno. Luego ni hubo consenso ni solución. De la Morena lo intentó. Decidirá, pues, el tribunal de lo contencioso y administrativo. Ojalá.