Enrique López

El no referéndum

La Razón
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Tras la jornada del no referéndum se abre un período para la reflexión y también para la acción, siendo tan importante la primera como la segunda. Como ciudadano me inunda un profundo sentimiento de vergüenza e indignación por la manipulación a la que se ha sometido a un pueblo cargado de buena fe e ilusión, como el resto de España. De las consecuencias legales nada puedo decir, las consecuencias políticas deben ser examinadas y valoradas por los políticos, pero existen otras consecuencias de carácter moral que también deber ser examinadas. Ayer presenciamos como se han manoseado las emociones de mucha gente, que creyéndose legitimados para expresar su opinión han sido conducidos por unas sendas ilegales abusando de la buena fe de los mismos. La gran mentira puede y debe ser desenmascarada y se debe poner énfasis en la profunda inmoralidad en la que se ha caído. Se ha jugado con los sentimientos, siendo utilizados para crear una gran ficción y un conflicto artificialmente henchido por aquellos que solo piensan en lo suyo. Al pueblo español en su conjunto nada le ha salido gratis, siempre ha tenido que luchar en la peores condiciones por su libertad e integridad; la primera vez que el pueblo español se convirtió en un pueblo de ciudadanos libres fue con la aprobación de la Constitución de Cádiz en 1812, que recordemos, fue promulgada por las Cortes Generales españolas reunidas extraordinariamente en Cádiz el 19 de marzo de 1812, en una España ocupada por tropas francesas, y debiendo ser sancionada por el Rey Fernando VII estando cautivo, el cual la traicionó derogándola en 1814. Su artículo uno definía a la Nación española como la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios, y el articulo dos expresaba que la Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona; el artículo tres establecía que la soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales. España nacía como un pueblo de hombres libres y con plenitud de derechos, a la vez que lo era toda la Nación, pero no cabe duda de que el artículo uno es de una plasticidad literaria que no deberíamos haber abandonado cuando describe a la nación como la reunión de todos los españoles, y esto es lo que ha sido, es y será, una reunión en libertad. Algunos desafían no solo la ley, sino la historia abusando de la credulidad bien intencionada de muchos para imponer su particular y particularista visión de la realidad, pero no podrán, no ganarán y no solo por la aplicación ella ley, sino por la profunda inmoralidad que rige sus actos. El pueblo catalán se merece todo el respeto y compresión ante lo acaecido ayer, debemos mostrar nuestra solidaridad ante tamaña ficción y mentira en las que les han obligado a vivir, y esta compresión pasa por entender su inquietud, pero la de todos y no solo la de algunos. Decía Aristóteles que el castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad.