El desafío independentista

El proceso kafkiano

La Razón
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Roger Torrent sigue encastillado en el proceso kafkiano, un camino que no lleva a ninguna parte. Es como si Carles Puigdemont, el fugado de la Justicia, delincuente flagrante y pintoresco, tuviera secuestrado al Parlamento de Cataluña. Eso es lo que parece. El tal Torrent, un advenedizo que está demostrando pocas luces y ni pizca de neutralidad, ha procurado salvarse personalmente de la quema, o sea, de la cárcel, pero sin salirse del círculo maldito del proceso independentista «puigdemoníaco».

Con su decisión de aplazar el pleno de la investidura, pero sin retirar la candidatura, completamente inviable, del huido, al que rindió vasallaje en Bruselas, se ha colocado en el filo de la ley y al borde del absurdo, que es lo peor que puede hacer un político. Así ha quedado mal con unos y con otros, incluido el «candidato». Sabe de sobra, por más instancias que hagan a los altos tribunales, que tienen perdido el pleito con la Justicia y con los demás poderes del Estado. Lo que hace Torrent no es ganar tiempo, sino perderlo. El hastío por lo que está ocurriendo en Cataluña alcanza ya límites insoportables, incluso entre los soberanistas. No digamos en el mundo de los negocios. Nunca nadie había hecho tanto daño a Cataluña y su autogobierno como estos aprendices de brujo.

En medio de este tumultuoso mar de confusiones hay una serie de hechos claros: 1) El tal Puigdemont, por más piruetas que haga, con la complacencia forzada de Torrent y su círculo de devotos, no va a ser presidente de la Generalitat. 2) El «procés» con su objetivo de crear la república catalana ha fracasado. 3) Cataluña no se va a separar de España, es imposible hasta donde alcanza el horizonte del tiempo presente. Las razones son convincentes: Tiene en contra, aparte del sentido de la Historia y del sentido común, a la mitad larga de la población catalana y a la inmensa mayoría de los españoles. Se enfrenta al poder del Estado, que no da ninguna muestra de ceder en la defensa de la Constitución y de la unidad de España. La maquinaria implacable de la Justicia está en marcha. Cuenta con el repudio unánime de la Unión Europea y de la OTAN. Y con la abierta oposición del mundo de los negocios. Aceptar estas evidencias y salir del círculo maldito del soberanismo legitimista es la única manera de dejar de perder el tiempo y la paciencia; pero les va a costar mientras sigan pendientes de las piruetas del fugado.