El desafío independentista

Jaula de grillos

La Razón
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Hoy sí podemos afirmar que encaramos una semana decisiva. Después del doloroso éxodo empresarial catalán, de tanto espectáculo de odio, de banderas enfrentadas, después de la cárcel y de la fuga cobarde, queremos saber en qué queda el desafío independentista y su venda 155. Habrá que esperar al jueves para descubrir la identidad ideológica de los nuevos 124.000 votantes catalanes, jóvenes cabezas pensantes no sabemos con qué preferencias. Conoceremos también las intenciones de cientos de miles de indecisos pasivos que, esperamos, salgan a votar. La participación récord augurada alumbrará la verdadera realidad social de una tierra deseada y de todos, mal que les pese a los excluyentes. Parafraseando a uno de ellos, de nombre Toni Albá, me pregunto si vencerán en votos los Ciudadanos de «La Inés». Eso sugieren varios sondeos. Ayuda el talento oratorio de Arrimadas. Esperanza blanca de los no republicanos, Inés insiste en la reconciliación social, sabiendo que algunos querrían lanzarla, cual misil, a su Jerez natal. Inés sufre, ahora también, con los bulos de sus enemigos en la sombra. No hay señorío, dona. Los mentirosos propagan en las redes que su padre fue «policía secreta» de la dictadura. Inés sabe, de todos modos, que cuanto más desagradable sea el ataque, más peligrosa la conciben. Ella sueña con hacer historia en Cataluña mientras su rival Miquel intenta adelantarla por la izquierda. Lleva luces largas de empatía y chispa el candidato socialista. Iceta brilla en el baile y derrocha optimismo, aunque le falla el discurso ambiguo. Otros dirían que, precisamente, ese talante le acerca al voto no soberanista y progre, al catalanista no indepe. Iceta sueña con bailar a tres bandas sin caer del escenario, sabiendo que quizá ese beneficio lo obtenga Domènech. Albiol y el PP querrían que Cataluña fuera España. Y Riera, desde su atalaya, añoraría liderar el independentismo. Va a ser que no. Los verdaderos protagonistas de esta jaula de grillos se llaman Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Ambos irradian esa soberbia propia de quienes esconden su fracaso. Resentidos, sonríen a las cámaras. Ejercen de buenas personas enfadadas con el mundo. Habitan el lado victimista de la vida. Y muchos, identificados con ese sentimiento, adquieren el producto. ¿Quién se llevará el gato al agua? Puigdemont podría eclipsar al resto, según qué traca final se reserve. Ahí está la frontera francesa, ya reforzada, en previsión de que él y sus ex consejeros la crucen. Veremos.