José María Marco

La belleza de España

La Razón
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Lo sucedido ayer en el Parlamento de Cataluña invita a una respuesta contundente por parte del Estado español para restablecer la legalidad constitucional y la dignidad de la nación. Ahora bien, la contundencia de la respuesta (un modelo, las intervenciones de García Albiol y de Inés Arrimadas) no sólo debe ser proporcionada a los hechos ocurridos. También debe estar a la altura de lo que se ha hecho a lo largo de los últimos casi 35 años desde el Estado central para contrarrestar la nacionalización de Cataluña, en particular de lo hecho desde hace diez años, cuando Rodríguez Zapatero llegó al gobierno y abrió el proceso de secesión que ahora culmina.

Por eso, porque se ha hecho lo que se ha hecho y porque se han dejado de hacer muchas más cosas, ahora resulta imposible pensar en respuestas expeditivas. Éstas no existen y, de existir y ponerse en marcha, provocarían una situación aún más difícil que aquella en la que nos encontramos. Tampoco se trata de tirarnos los trastos a la cabeza en función de lo que cada uno hizo o dejó de hacer en el pasado, aunque éste sea próximo.

Lo fundamental es reconstruir, o mejor dicho construir, el consenso no ya acerca de una posible respuesta, sino sobre todo acerca de la materia misma de la nación. Y en este punto la cuestión no tiene por interlocutores únicamente a los partidos políticos. Tiene también por protagonistas, y muy principales, a los ciudadanos a los que en todos estos años no se ha dado la ocasión de sentirse identificados con lo que desde el Estado se les proponía como proyecto de convivencia. Aquí están los catalanes que no respaldan la ruptura de la nación, pero también el resto de los españoles que han visto una y otra vez, unas veces enfadados y otras resignados, cómo el hecho mismo de su ciudadanía, o de su nacionalidad, quedaba marginado del espacio público y subordinado a otras consideraciones que a partir de ahora aparecerán más y más irrelevantes, o pintorescas o ridículas.

La proximidad de las elecciones legislativas hace temer que esta nueva realidad, de la que todo el mundo se ha dado cuenta, lleve a una sobreactuación en la que se subraye la crisis nacional y se propongan empresas de refundación nacional. Debería ser al contrario: insistir en lo que los españoles hemos hecho juntos, en el éxito de nuestro país, en la firmeza de las instituciones, en la belleza de España.