Enrique López

La leyenda del dragón

La Razón
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Hoy quisiera recordar la leyenda de Jorge de Capadocia y el Dragón. Esta leyenda tiene muchas versiones, si bien la más extendida comienza con un dragón que hace un nido en la fuente que provee de agua a una ciudad. Por mor de ello, los ciudadanos debían apartar diariamente el dragón de la fuente para conseguir agua y a tal fin ofrecían un sacrificio humano que se decidía al azar entre los habitantes, de tal suerte que un día resultó seleccionada la princesa. El rey pedía por la vida de su hija sin éxito hasta que cuando estaba a punto de ser devorada por el dragón apareció Jorge a caballo, como lo nuestra la iconografía más generalizada, y enfrentándose con el dragón, lo mata y salva a la princesa. En las versiones más clásicas, los agradecidos ciudadanos abandonan el paganismo y abrazan el cristianismo. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, pero analizando lo que ha ocurrido en Cataluña en los últimos tiempos, y teniendo en cuenta que la Cruz de San Jorge es el primer emblema de la Generalidad de Cataluña, me surge una suerte de paralelismo donde el dragón se asemeja al exacerbado nacionalismo que durante décadas ha exigido de la sociedad catalana y del Estado español constantes sacrificios para garantizar un cierto equilibrio y paz social. Más en este caso, el dragón, además de voraz, ha sido tremendamente artero, haciendo creer a las nobles gentes que realmente el sacrificio era el del propio dragón y ello gracias a los mantras de España nos roba y nos tiene sometidos, haciendo creer que el resto de España se aprovechaba de la riqueza y pretendida superioridad cultural catalana. Pero un día el dragón se quiso apoderar del todo y someter a la población y al propio Estado a un chantaje, de tal suerte que ante el hartazgo del dragón fruto de los constantes sacrificios del Estado ya no se conformaba con ello, sino que lo quiso todo y fue entonces cuando apareció Jorge, el soldado romano de capadocia, en forma de Ley con mayúsculas, algo que el dragón estaba acostumbrado a despreciar, pudiendo de pronto comprobar que cuando la ley surte sus efectos y se hace cumplir se pone fin al festín del nacionalismo exacerbado y excluyente, encontrándonos con que gran parte de la población se sometía a sus caprichosos designios sencillamente porque lo considera muy fuerte, incluso más que la ley. A la postre se ha podido constatar que lo que acontecía era que la ley, al igual que Jorge, estaba lejos, pero cuando llegó, se acabó. Insisto en que cualquier parecido de la leyenda con la realidad es mera coincidencia, pero de lo que no cabe duda es que el Estado cuando actúa a través de su estado de derecho y da curso a todos los cauces legales el orden se recobra, y con ello la confianza en la democracia, la de verdad. Pero en este caso, el dragón no muere, tan solo se le somete a los dictados de la ley que es lo que nos hace iguales y garantiza nuestros derechos.