Redes sociales

La náusea

La Razón
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Este es otro artículo más sobre el asco que provocan los que se meten en las redes sociales a insultar y ganar el premio a la barbarie del año. No va a encontrar nada que no sepa. Si aún así quiere seguir leyendo quizá ese hombre o esa mujer que toma el Metro a la misma hora que usted tiene una doble vida. La que se ve a primera vista, esa que construye lo que llamamos una persona «normal», y otra en Twitter, donde se abandona a sus más bajos instintos y a la cobardía del anonimato para degradar a otros humanos, víctimas, enfermos, gente que está en el envés de su ideología. En fin, malnacidos que llevan escondido el signo de Caín como un tatuaje en el cerebro.

La muerte de la modelo Bimba Bosé les dio ayer una nueva oportunidad para esparcir el hedor y la mugre. Claro que podríamos mirar hacia otro lado. Pensar que esos comentarios son obra de un par de pervertidos mentales y no darles importancia. Pero no quiero. No puede consentirse un día más que energúmenos así se abandonen a esa lascivia de la maldad., a la orgía de la gamberrada hiriente y dolorosa. No pueden quedar impunes quienes se dirigen a una persona fallecida como el que se mete con un dibujo animado de «South Park». Eso no es libertad de expresión. Es una mierda. Y prefiero que haya límites establecidos a priori o escarmientos a posteriori a seguir leyendo barbaridades cuando uno brujulea a ver por dónde está piando ese país paralelo y sobrevalorado de las redes sociales donde muchos se enorgullecen de ser «trending topic» por no decir nada o por dar de comer a la demagogia y el algoritmo de los panes y las heces.

Si escribiendo estas líneas hay palabras, ideas, conceptos, que no podría teclear, además de por ética profesional porque me enfrentaría a un pelotón de tribunales, por qué cualquier indocumentado lanza sin miedo cualquier palabra suya que bastará para joderte la vida. Ayer a los familiares de Bimba, hace semanas a aquel niño torero, en fin, a seres a los que se les puede tener más o menos simpatía pero que nunca nunca merecerían sepultar su pena en toneladas de basura digital. Exijamos a los responsables que temen poner puertas al campo que lo intenten antes de que llegue otro y construya un muro, antes de que el sentido común se nos vaya de las manos. Protejan con más ahínco a los inocentes, liberen a los ciudadanos de los monstruos que acechan en sus casas para llenar de babas un terreno limpio convertido en un solar de podredumbre y náusea. No tengan miedo a que les digan que se sacan una mordaza de la manga. En un mundo tan regulado, a veces tan innecesariamente con asuntos absurdos, no es de recibo que impere la ley de la selva. No puedes comprar una cerveza depende en qué comunidad autónoma a ciertas horas pero hay barra libre para esta borrachera de disparates. No debatan sobre cosas que no verán la luz y asómense a la oscuridad de estos brujos de pacotilla que forman un aquelarre con frases que costaría digerir a Madonna en un mitin anti Donald Trump. Saquen el revólver y disparen contra los forajidos del Saloon. Y que los muertos, no ellos, descansen en paz.