Cataluña

Las cuentas del titiritero

La Razón
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La habilidad de los grupos políticos sediciosos en Cataluña, aquéllos que pretenden dinamitar el Estado de Derecho porque sí, consiste en representar la ruptura de la legalidad constitucional como una fiesta callejera de saltimbanquis, titiriteros, gigantes y cabezudos. Y en escenificar la traición mediante un presunto canto a una democracia familiar y risueña. (Allá ellos qué hacen con sus niños). Pues de ese modo se desarrolló el lunes en las calles de Barcelona la celebración del Día de Cataluña. En la citada concentración popular, como en la mayoría de algaradas callejeras, no faltaron tampoco las banderas andaluzas de la estrella roja, ésas que suelen portar los borregos con querencia al rebaño, la viva puesta en práctica del instinto animal. Como en años anteriores, el debate se ha centrado en cuánta gente había en la calle. Que si los trescientos mil, que si el medio millón, que si ochocientos o que si el millón, teniendo en cuenta a los borregos y a las marionetas del titiritero. De lo que no se ha hablado lo suficiente, porque tal vez sea un argumento que haya caído en la obviedad, es que la calle es alegre y colorida, justo lo contrario del tono gris y reglamentario del Parlament cuando no hay cámaras ni focos de por medio. Sobra recordar la aritmética parlamentaria de la asamblea de Cataluña: los grupos que apoyan la celebración del referéndum ilegal representan a menos de la mitad de la población catalana (47 %), por muchas cabecitas que recorrieran en algarada las calles de la Ciudad Condal. Ésa es la cuenta que, Constitución mediante, cabe hacerse. Con esa exigua porción de ciudadanos a su favor, recordemos, menos de la mitad, ¿no es extrema la irresponsabilidad de armar la división de Cataluña y de toda España?