Historia

Alfonso Ussía

Las tres gotas

La Razón
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Tres gotas de agua amigas y aventureras. La nube, aún sin fuerza para la lluvia sobrevuela el pico montañés y campurriano de Tresmares. Las gotas desobedecen a la nube y se precipitan hacia la tierra. Su desilusión es grande cuando comprueban la trampa. No es trampa sino milagro. Intentan seguir juntas, pero la naturaleza las separa para siempre. Y una gota cae hacia la cuenca del Nansa; la segunda, hacia el Híjar, que muy pronto se unirá al Ebro, el Íbero, y la tercera se desliza hacia el curso del Pisuerga, que más tarde será Duero y se entregará Douro al Atlántico en Aveiro, en el delta de Oporto. Las tres gotas confirman el prodigio del pico de Tresmares. La gota del Nansa no abandona Cantabria y después de una vida de agua caudalosa y fuerte, dejando atrás truchas, reos, salmones y nutrias, se abraza al Cantábrico por la Tina Menor. De Peña Labra a Tina Menor, a la vera de San Vicente de la Barquera. La gota del Cantábrico. La segunda gota tiene por delante viaje más largo. Se incorpora al Híjar, que contribuye su curso al Ebro. El gran Íbero, que baja humilde desde Fontibre, en Reinosa, y se va haciendo fuerte para superar los 900 kilómetros que le llevarán hasta el Delta del Mediterráneo. Gota más viajada que la del Nansa. Conocerá , además de Cantabria, Castilla y León, La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña. La gota mediterránea. Y la tercera gota se posará sin darse importancia en la corriente del Pisuerga, y hará frontera en su curso entre las provincias de Palencia y Burgos. En Alar del Rey podrá optar, si el flujo se lo permite, por convertirse en riego desde el fabuloso Canal de Castilla. De no conseguir su propósito, será Pisuerga y con al Arlanza, el Arlanzón, el Carrión , el Esla, el Adaja y el Tormes se unirá al Duero, que ya corre caudaloso y triunfante desde su nacimiento en las faldas sorianas del Urbión. Álamos machadianos de Soria, viñas de Burgos y Valladolid, ya anchura de río grande en Tordesillas, y Zamora, Salamanca, siempre Duero hasta que se vuelve Douro, de Oro, en Braganza. Después de casi 580 kilómetros españoles, más de cien compartidos con la hermana Portugal, y 200 de Douro hasta Aveiro y el Atlántico. La gota atlántica. El Ebro diagonal hacia el Mediterráneo, el Duero caudaloso hacia el Atlántico, el Nansa montañés hacia el Cantábrico, y detrás de sus milagros, el prodigio del Pico Tresmares, cuya cumbre concede a su antojo el futuro de las gotas sueltas, de la lluvia torrencial, de las nieves invernales, y distribuye las aguas hacia los tres mares de España, tan diferentes de carácter y de Historia. El Nansa del salmón, la trucha , las nutrias y los anguleros, el Duero de San Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, que aparecen y desaparecen todos los días por los sotos que dan guardia al Duero y sus afluentes. El Ebro montañés, castellano, riojano, navarro, aragonés –más de 300 kilómetros de Aragón, y su paso por Zaragoza para rendir tributo a la Virgen del Pilar, devoción de España–, hasta su entrega al Mediterráneo en el sur de Cataluña, en el Delta del Ebro, inmensa boca de río que se confunde con el «Mare Nostrum» de nuestro oriente. Muy diferente vida la que espera a las gotas amigas y desobedientes que buscan aventura desde el aburrimiento de las nubes.

Me he acercado hasta Tresmares. No se precisan esfuerzos extraordinarios. Casi hasta su cima se llega por carretera. Se mira hacia el Cantábrico y el Cantábrico no se esconde. Se mira hacia las tierras de Campóo, compartidas por Cantabria y Palencia, y toda su grandeza ofrece. Se mira hacia Valderredible, rumbo al Ebro, y nada se oculta. Los Picos de Europa a un paso de la mirada. Y en el éxtasis de la maravilla, se puede pensar en el por qué del veneno y el odio que tantos españoles sienten por España, por la realidad de España, por la grandeza de España que nos alecciona desde las corrientes de sus ríos.

Vivimos en un mundo sin paisajes. Nadie se detiene a analizar desde el asombro la maravilla constante de los paisajes de España, que no saben de rencores, desafectos y nacionalismos de aldea. Por las tierras que riegan las gotas divididas por Tresmares, se alza el románico, el gótico, y las piedras de los castillos de la nación más generosa del mundo.

Allá ellos los que desean refugiarse en su mínimo mundo y renunciar a la posesión de la grandiosidad.

Ayer, de nuevo, a pesar de la perversidad de algunas de sus gentes, renové mi promesa, en Tresmares, de infinito amor a España.