María José Navarro

Lo de menos

La Razón
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Entiéndanme: lo de menos es que sea Barcelona. La noticia de lo ocurrido en la Ciudad Condal me pilló en una carretera de camino hacia Las Negras, en el Cabo de Gata en Almería. Un camino lleno de plásticos y anuncios de nuevas variedades de tomates, repleto de mujeres con velo y hombres morenos. Y al fondo, una pintada. Moros no. Entiéndanme: lo de menos es que sea Almería. Lo que ayer pasó en Barcelona estaba cantado a pesar de nuestro nivel 4 de alerta terrorista. El gobierno no la había elevado al máximo y a mí me parece estupendamente porque lo único que no nos pueden robar es poder dar un paseo con nuestros hijos en pleno mes de agosto. No pueden robarnos asumir los riesgos que conlleva la libertad, no pueden quitarnos las ganas de seguir en pie, de hacer nuestra vida, de continuar bajando a la calle de una ciudad tan preciosa como Barcelona. Entiéndanme: lo de menos es que sea Barcelona. Y no nos pueden hurtar, sobre todo, seguir creyendo en los cimientos donde hemos depositado nuestra confianza y nuestras ganas de ser como somos. No pueden acabar con nuestra alegría, con la seguridad de que así somos y así queremos ser. No podemos permitir que nos hagan dudar de nuestros servicios de seguridad, no podemos encerrar a nuestros niños en jaulas de oro, no debemos precisamente por ellos, porque no merecen un mundo lleno de miedo, porque queremos que viajen, que salgan, que sean valientes y felices. Entiéndanme: lo de menos es que sea Barcelona, Niza, Londres, París o el paseo que dista entre el pincho de la Feria de Albacete hasta Helados Rueda. Ni siquiera sería bueno eternizar el horror que provoca ponerse en los zapatos de la gente que ayer paseaba por Barcelona con la sensación de que es una ciudad envidiable, repleta de argumentos para que todos los días parezcan domingo o sábado por la tarde, para que parezca que siempre hace bueno, sin mucho frío, sin mucho calor. Entiéndanme: lo de menos es que sea Barcelona. Pero precisamente por eso hay que ir a Barcelona, a Niza, a Londres, a París. Entiéndame: lo de menos es que ahora nos toque de nuevo. Jamás vencerán.