Marta Robles

Los Reyes y eso

La Razón
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Algunos piensan que esto de los Reyes es un dispendio absurdo en unos tiempos en los que, quien más y quien menos, necesita todo lo que tiene e incluso le falta un poco más para salir del paso. Y algo de razón tendrán si lo miran desde la lógica milimétrica. Sin embargo, el alma no sólo se alimenta de pan, también necesita ilusiones y esperanzas. Y más allá de la propia creencia religiosa que inspira esta fiesta, un poco más lejos de la propia Epifanía que recuerda la adoración de Jesús de Nazaret por parte de los Magos de Oriente, el espíritu de este día es el de escaparse de la realidad por unas horas y volver pura fantasía todo lo prosaico que nos asfixia. Es cierto que no tiene sentido dejarse el bolsillo en los regalos de Reyes, pero en un mundo que está claro que es un valle de lágrimas para todos, o al menos, donde a días parece que nunca más volverá a salir el sol, recibir una caja con lazo, donde cabe el cariño y la mejor intención de los más cercanos, es todo un privilegio. Habrá quien crea que esto, como lo de San Nicolás, es un acicate más de la sociedad consumista para lanzar al personal a las calles a comprar, y nada más. Pero lo de uno y otro es mucho más que todo eso. Es, sencillamente, el reflejo de las ganas de demostrar amor y de no tener vergüenza de gritárselo a quien se quiere, al menos un día al año, a través de un regalo cuyo tamaño y precio no importa, porque independientemente de él, es un símbolo de lo intangible. Felices Reyes.