César Vidal

¿Me corto las venas?

La Razón
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Me llama un amigo de años. En otros tiempos, fue un profesional de éxito que encauzó su carrera hacia el terreno de la construcción. «¿Te has enterado de la última montorada?», me dice con angustia. Le respondo que no sé a cuál se refiere. «¿No sabes las novedades de la lista de lo que llama morosos?». Reconozco que no. «Esas listas son contrarias a la Ley», me dice mi amigo, «además de una canallada porque muchos están todavía en pleito con Hacienda y ya les dan como culpables». «Lo sé», asiento, «¿cuál es la novedad?». «Este año van a incluir a los ejecutivos de las empresas que no pagaron». Intento hablar, pero mi amigo, crecientemente agitado, me lo impide. «Fíjate en mi caso. Rompiéndome los cuernos a trabajar. Nos iba bien, pero los ayuntamientos dejaron de pagar y se acabaron los contratos. Tuvimos que despedir a la gente, pagamos las indemnizaciones y las deudas. La Agencia Tributaria nos hace las cuentas del Gran Capitán, pero como ya habíamos quebrado no se pudo pagar. Pues bien, nos ponen en la lista y como hay mucho h.p. en los medios, inmediatamente nos llaman evasores, defraudadores... ¡A nosotros que siempre pagamos!». «Conozco la historia...», intentó infructuosamente tranquilizarlo. «En una capital de provincia», continúa mi amigo, «te miran como si fueras un criminal. Intentas ver cómo te recuperas, cómo alimentas a tu familia... Y ahora dicen que van a sacar también nuestros nombres en esas listas». «Es intolerable», reconozco. «Dicen que así van a recaudar millones, pero ¿cómo si no queda un céntimo? ¿Pretenden que los que fuimos empleados paguemos la deuda de la empresa? ¿Qué culpa tenemos los directivos de que quebrara? ¡Fueron ellos los que dejaron de pagar y han hundido este país! Y, puestos a poner nombres, ¿van a publicar los de la ministra cuya sociedad se hundió y está en la lista? ¿O los de los políticos que dirigían las cajas de ahorros que quebraron y que hemos pagado a escote entre todos?». «Me temo que no», le digo. «Tú me dirás qué hago. Cuando salga mi nombre en esa lista sin culpa de nada, ¿me voy de mi ciudad? ¿Me marcho al extranjero? ¿Me corto las venas? He pensado hasta en suicidarme como en “La muerte de un viajante” para que mis niños puedan vivir tranquilos...». Escucho un sollozo al otro lado del hilo. No me atrevo a decirle que también perseguirán a sus criaturas. Si se suicida, que lo haga en paz.