M. Hernández Sánchez-Barba

Medicina prehispánica

El primer contacto y apreciación de la realidad americana tuvo lugar en el inmenso mar Caribe, donde pudo apreciarse las enormes diferencias antropológicas, religiosas, políticas, económicas y culturales de los habitantes con los recién llegados, instalados en La Española. A partir de 1519, desde Cuba, Hernán Cortés, con una hueste de unos cuatrocientos hombres, lleva a cabo la «conquista» del impero «azteca», «tenochca» o «mexica», cuyo «tlacatecuhtli» (jefe de bravos), Moctecuçoma Xocoyotzin pacta con Cortés, que no ha iniciado la empresa para «rescatar» sino para «ganar» la cesión de la soberanía del imperio azteca al Rey de España. Un sector del Estado mexica se subleva contra Moctecuçoma, que muere víctima de una pedrada cuando aparece en la terraza de su palacio en Tenochtitlan, y los españoles deben retirarse entre la muchedumbre sublevada, muriendo un alto número: es lo que se conoce con el nombre de la «Noche Triste».

La previsión táctica de Cortés de prevenir una retirada y firmar pactos con el cantón enemigo de los aztecas, los «tlaxcaltecas», le permitió reponerse de la derrota, reconstruir su hueste y poner en iniciativa la conquista de Tenochtitlan, capital política y religiosa de los mexica. Cuauhtemoc ha alcanzado la condición de jefe máximo militar. La operación estratégica consiste en atacar la ciudad por las tres calzadas que la unen con tierra firme. En Tlaxcala ordena construir a los carpinteros de ribera trece bergantines que, por el lago de Texcoco, inmovilizan y hacen prisionero a Cuauhtemoc, que es ajusticiado. Cortés escribe sus «Cartas de Relación», que también ha publicado la Crónica de Bernal Díaz del Castillo unos cincuenta años después de la conquista de Tenpchtitlan, asiento de la ciudad española de México que, en el siglo XVIII, el barón Von Humboldt en su «Ensayo político de la Nueva España» proclamó como la más importante y mejor ciudad occidental.

No es posible resumir más el hecho. Solamente añadir que éste es el momento inicial de la expansión española en el continente americano. Algunos años después planificada sobre el territorio del imperio Inca, desde Panamá por Francisco Pizarro, será asiento del Virreinato de Perú, con capital en Lima. Lo que resulta de interés es cómo, en el contacto y encuentro con los aborígenes americanos en la etapa insular antillana y en la gran época virreinal continental (1519-1573), ocurre una importante frontera de relación, de la que tenemos noticia amplia y de gran riqueza por parte de historiadores y cronistas, que escriben unos polemizando y otros dando cuenta al mundo de cuantas noticias consideran de interés. Una de ellas, las prácticas curativas de los aborígenes americanos, así como su pensamiento acerca de las causas de sus enfermedades, qué remedios usaban para curarlas, noticias que aparecían en las crónicas. El primer problema consiste en que no existió un modelo cultural uniforme, pues hubo centenares de tribus y miles de lenguas y dialectos; profundas diferencias, al menos, en tres niveles culturales: nivel primitivo de caza, pesca y recolección; un segundo nivel de sociedades agrarias basadas en el maíz, la yuca, la mandioca; y un tercer nivel de «altas culturas» que se centran en las «culturas mesoamericanas» en el hemisferio norte y las «culturas andinas» en el hemisferio sur.

En consecuencia, no debe extrañar que los estudios sobre la medicina prehispánica en sus primeros momentos ofreciesen como conocimientos científicos lo que sólo son creencias mágicas y, por lo tanto, textos vacíos de todo contenido científico. Los análisis científicos y culturales, fundamentalmente con la llegada de primero españoles y portugueses, más delante de ingleses, holandeses y franceses, han permitido conocer en profundidad la diversidad ambiental y cultural y el modo como evolucionó la medicina de las altas civilizaciones americanas; el estudio de la urdimbre religiosa que regía la vida política social, desde el nacimiento hasta la muerte; ha habido que evaluar la nutrición en las diversas áreas climáticas, las enfermedades endémicas y el efecto de las drogas y métodos terapéuticos.

El doctor Francisco Guerra, profesor de Farmacología en la Universidad Nacional de México y en la de California, lector de Historia de la Medicina en Yale University, director en Londres del Instituto de Historia de la Medicina Americana, catedrático de Historia de la Medicina en Cantabria y Alcalá de Henares, autor de más de cincuenta obras fundamentales, ha escrito un importante volumen –«La Medicina Precolombina»– que es un modelo científico de precisión acerca de la sistematización de las culturas indígenas antes del Descubrimiento: fuentes, condiciones ecológicas, conduciendo a máximo científico los pródromos de desarrollo del concepto de enfermedad, que el hombre americano concibió como resultado de fuerzas sobrenaturales, bien por la pérdida del alma, la influencia de un enemigo o, en fin, al castigo de los dioses por haber quebrantado un tabú. Pero también se atisbó el mecanismo de algunas enfermedades mentales.