María José Navarro

Mel..

La Razón
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El otro día abandonaron a una perrita en la puerta de la protectora de Ciudad Real. La dejaron porque era mayor, tenía un tumor en una mama. La tiraron en la puerta en su cunita, pero sin agua, así que se murió de un golpe de calor. Hubiera sido muy sencillo llamar a La Bienvenida, preguntar por las horas en las que se acercan las voluntarias y dejarla allí. Desamparada. Pero con posibilidades de vivir y de recibir al menos una caricia. Lo que nos dice la escena es que la cunita denota cierto amor, lo que hace más hija de puta a la gente que la abandonó. Mil rayos y demonios caigan sobre ellos y mi repudio eterno. Casi en el mismo día se suicidaba Melania Capitán, cazadora. Tenía veintisiete años y se quitó la vida en un paraje de Robres, en Huesca, una zona por la que solía pasear con sus perretes. Digo suicidio porque la propia Melania llamó a una amiga para decirle cuáles eran sus planes antes de dispararse. No saben Vds cuánto me duele la muerte de esta chica jovencísima, preciosa, dueña de su ocio, libre para decidir en qué ocupa su tiempo libre. Y se lo digo yo, que creo que la caza es necesaria para que la súper población de algunas especies no sea letal, pero que la desprecio porque amo a los animales. Detesto las cacerías, las fincas, los pijos cazando, los detesto, pero me duele mucho más cualquier insulto que se haya llevado esta chica. Y agradezco a su entorno que haya decidido contar que sus problemas no eran esos, que eran personales y que su decisión fatal no tuvo que ver con esa mierda de gente que se esconde detrás de un perfil anónimo para amargarte la vida. Pero, queridos animalistas, algo mal estamos haciendo cuando se es capaz de disfrutar del drama de una niña que no puede con su vida. Mi asco para los míos y mi abrazo para los suyos. Con todo el dolor al entender que no hay vida animal que supla una pérdida humana.