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Política

Angel del Río

Parlamento, que no corrala

Parlamento, que no corrala larazon

Cuando en 1983 comenzó su andadura la Comunidad Autónoma de Madrid, la Asamblea regional estaba llamada a ser la gran desconocida, arrinconada en el viejo y húmedo caserón de la calle de San Bernardo. El Parlamento madrileño comenzó a tener presencia y a estar en el conocimiento popular al estrenar sede en Vallecas. Durante varios años se dio a conocer a través de actividades, jornadas de puertas abiertas, visitas de grupos y encuentros institucionales. A principios de la década del 2000 ya era una institución con alto nivel de conocimiento. Pero en los últimos meses, se excitado el Hemiciclo, y en consecuencia, se ha desbordado el protagonismo de la Asamblea. La crisis económica, la política desbordada a través de parlamentos hirientes, de verbos cargados de agresividad, han hecho que la actividad parlamentaria haya estado con demasiada e indeseada frecuencia en las portadas de la actualidad. Ha sido como la casa de los líos, por no emplear el término sainetesco de trifulca vecinal, de patio de corrala, donde los debates han adquirido muchas veces carácter de bronca barriobajera. Los partidos invitaban a la tribuna pública a sus seguidores más radicales, armados de un lenguaje inapropiado, tendiendo sus pancartas sobre la balconada.

El presidente, José Ignacio Echeverría, ha tenido que suspender en más de una ocasión la sesión plenaria por falta de compostura del público y llegar a la suspensión temporal de las invitaciones; mientras, sus señorías no han contribuido demasiado a la pacificación y a la cortesía parlamentaria al encender su verbo a veces de forma desaforada, mientras en la calle la movida madrileña de las «batas blancas», de los manguitos de funcionarios o de otros colectivos han rodeado un Parlamento que es de todos pero que no todos respetan como debieran, una institución con demasiado protagonismo del malo, como el colesterol.