María José Navarro

«Pichabrava»

La Razón
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Queridos lectores y lectoras que tenéis mascota: mi perro Perry se ha «echao» novia, así que ya entendéis la situación en la que me encuentro. Recién cumplidos los siete meses y así estamos. En realidad, se ha «echao» unas cuantas porque, aunque es bajito y paticorto, es muy guapete y guasón y tiene una mirada matadora. Los miércoles salía siempre con Loles, que es una bodeguera muy esbelta y que le saca la cabeza y con la que se reboza en el parque como un gorrino en un charco, pero ahora se le ha cruzado Noa. Noa es una mestiza también bajita, aunque no tiene las piernas tan gordas como Perry, porque si no fuera porque es un cachorro, yo diría que retiene líquidos. He estado enseñando las fotos de ambas a los amigos y gana Loles de manera contundente, pero a mí me gusta que se haya «enamorao» de Noa porque las feas también tenemos derecho a comernos de vez en cuando un colín. Me gusta que Perry no juzgue a la gente por su físico. Pero es que el otro día le entró a una galga que se llama Luna y ahora va loco con una vecina que se llama Pepper y que le saca siete cuerpos, pero él no tiene complejos. El caso es que está revolucionado perdido y vamos a tener que meter tijera antes de lo previsto. Me lo aconsejaron en la protectora de donde lo saqué, me lo dice la veterinaria que es divina, me lo prescribe todo aquel que ha tenido perrillo que le ladre. Y, sin embargo, me siento fatal por cortarle esas alitas. Ya se me pasará, pero estoy en ese momento, amigos. Lo peor de tener perro son los dueños de los otros perros. «No debería beber de ahí». «Tranquiiiiila, tú déjale que aquí ya estamos acostumbrados a que arrastre pájaros muertos. Si no pasa nada, mujer». «Estos pelitos de los ojos se los tienes que cortar. Como tienes pinta de no saber, me lo traes». «Relájate, chica, cómo se nota que eres nueva». Así que vuelvo a casa que se me puede atar el morro con una manta de Zamora. «Ya verás la de gente que se conoce con el perro». No sé yo si le conviene a la gente conocerme.