Champions League

Atlético de Madrid

¿Por qué?

La Razón
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Aparece cuando es más necesario y resuelve. Le falla el regate, no el instinto. Más que el rastro de la pelota, lo que olfatea es la posición para convertirse en ese matador que anhela el Atlético. Cristiano Ronaldo aprovecha el menor descuido para hacer un gol, el rebote afortunado para meter el segundo y la jugada de sus compañeros, que son muy buenos, para marcar el tercero. ¿Por qué? Porque esta ahí. Siempre y cuando sea. Es su fútbol de ahora, un martirio para el Atleti, timorato, previsible, opaco, inferior, sí, desarbolado y, sobre todo, huérfano de un futbolista que arriba tenga el colmillo retorcido. Ése no es Gameiro, tampoco Torres. Eran Diego Costa y Falcao; antes Forlán y Agüero, y no es Griezmann porque no es ésa su demarcación y, pese a todo, se multiplica para disimular las taras del equipo. Goles que valen su precio en oro frente a los inagotables pozos de petróleo que perfora Cristiano.

El Atlético necesita la perfecta sincronización y armonía de sus jugadores, el 120 por ciento de cada uno de ellos, para sacar adelante empresas tan complicadas como ésta de eliminar al Madrid en una semifinal del la Champions. El 3-0 es una sentencia, firmada por el verdugo Ronaldo, porque el Madrid hace más de un año que no deja de marcar y en este encuentro ha sido capaz de no encajar un solo tanto, en contra de su costumbre.

Erradicado ese mal hábito de dejar en evidencia a Navas, resulta difícil imaginar al Atleti haciendo cuatro goles en el Calderón y ninguno al Real. ¿Por qué? Porque Ronaldo ha dibujado la derrota en los rostros rojiblancos.