Elecciones en Estados Unidos

Posverdades

La Razón
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Me espanta y me hiela de frío la torre dorada de Trump. Ese lugar inhóspito, recargado de imposibles desayunos familiares, inmortalizado en posados barrocos y alianzas de futuros inciertos, plató estos días de las reuniones del presidente electo americano con quienes integrarán su equipo de gobierno. En esas estamos y aún sigo preguntándome por qué millones de almas han votado a semejante sujeto. El Diccionario Oxford lo resume en la palabra de moda «post-truth», posverdad: «situación en que las emociones y creencias personales impactan más en la formación de la opinión pública que los hechos objetivos». Eso nos ha pasado. No somos nadie, colega. La influencia de la prensa merma entre los ciudadanos en favor de las poderosas redes sociales. Lo ponen de manifiesto las inesperadas victorias del trumpismo, del Brexit, del no colombiano al referéndum de paz con las FARC. Los medios apoyaban al perdedor, recuérdalo. Los sondeos también y, sin embargo, en Facebook estaba la clave. Algunos lo descubrieron a tiempo e hicieron campaña inteligente en los lugares adecuados a base de propaganda inexacta, noticias distorsionadas, historias inventadas, a veces pseudocómicas. ¡Tantos internautas las creyeron a pies juntillas! Eligieron inconscientemente ideas electorales que reforzaban sus íntimas convicciones.

Observando el fenómeno a escala doméstica, mis padres son mi ejemplo diario por algunas «noticias» que les aparecen en la pantalla. Falsas, la mayoría. Tendenciosas, todas. Las cuelgan determinadas redes sociales después de habernos estudiado al milímetro, hasta saber qué contenidos pueden moldearnos la opinión. «¿Es verdad que el Papa ha dicho que él votaría a Trump, hija?». Dramático que una mayoría de lectores asuman como verdaderas éstas informaciones sin haberlas contrastado y formen ya parte de la enorme bolsa de inocentes de la posverdad. Mis padres confían en su hija periodista, aunque lo fácil sería dejarse llevar por algunas historias afines a su idiosincrasia. Alentar la posverdad supone, por ejemplo, proclamar alegremente que los andaluces viven gracias a la generosidad madrileña. Posverdad la de Otegi definido como hombre de paz, posverdades las de los independentistas catalanes rememorando sus hitos históricos como nación. Posverdades que algunos medios digitales se encargan de elevar a veces, insensatos, a la categoría de noticia. La rumorología se nos presenta igual de importante que el hecho objetivo en cualquier búsqueda de Google. Hacia ese peligroso camino nos dirigimos y es para que nos lo hagamos mirar, sobre todo quienes pueden reconducir el problema.