Champions League

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Pues sí, se siente

La Razón
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El 2 de mayo de 2017 el Atlético optó por recostarse y cuando, ocho días después, apostó por la revolución, llegó tarde. Intentó revertir una situación equivalente a escalar el Everest con chanclas. Le ilusionó que era el último derbi en el Calderón y que la hinchada bullía... Después del 2-0 soñó y ganó 2-1, con el orgullo intacto.

Toda la intensidad, la ambición y el fútbol que ocultó en el Bernabéu lo puso de manifiesto en su campo. Luchaba por un imposible, meter tres goles al Madrid y no recibir ninguno, o llegar a la tanda de penaltis es un empeño colosal. Buscaba un milagro impulsado por un graderío entregado, y resentido. Aquella pancarta... Una vez que gana el mejor, el que más méritos ha sumado y a quien más ha sonreído la fortuna, tan necesaria en estas labores balompédicas, lo que procede es que el vencedor sepa digerir el triunfo. Que no lo ensucie con chanzas, desafíos de baja estofa y provocaciones innecesarias al menos poderoso sólo porque la historia ha sido tremendamente cruel con él. Lo que se exige es que el campeón se comporte como Nadal cuando gana a Federer, o viceversa. Como Indurain, que arrasaba y jamás humilló a un rival. De ahí la grandeza de estos deportistas. ¿Qué iba a sentir el aficionado atlético tras perder dos finales de Champions en el último minuto y en los penaltis? Tristeza y desolación. ¿Qué se siente cuando ese «rival indigno» mete dos goles en el primer cuarto de hora y tiembla el misterio? El 3-0 ya no parece un dique tan seguro porque la marea rojiblanca acojona... Pero el que tuvo retuvo y la calidad del equipo que ha ganado más Copas de Europa (11) se impone al coraje del que persigue la primera, con otra despedida honrosa.