Cristina López Schlichting

Supongo que es un sueño

La Razón
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A lo mejor, puede, tal vez España tenga gobierno. Quizá en agosto o septiembre... les aseguro que ser español exige muuuucha paciencia, pero mucha. Particularmente hacia los gobernantes. La gente ha demostrado un deseo de paz y seguridad muy grande en las pasadas elecciones. Ha votado a los dos grandes partidos europeos, el PP y el PSOE, que representan las dos almas del continente, y ha descartado aventuras fantasiosas llenas de amenazas populistas. Los ciudadanos han juzgado que no están para quimeras. Que no quieren parecerse a los griegos o los británicos, que han sido víctimas de una impulsividad descontrolada y pueril. Que quieren jugar en la misma liga que franceses y alemanes. La indicación ha sido clara: fórmulas seguras, partidos tradicionales sólidos y ponerse a trabajar juntos. ¡Y ahora llevamos dos semanas de disputas entre los dirigentes otra vez! ¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿Alguien lo entiende? En apenas 14 días hemos escuchado a Pedro Sánchez decir que no negociará ni gran coalición ni abstención para que Rajoy gobierne. A Ciudadanos negarse también y a Juan Carlos Girauta (rápidamente contestado desde el partido) ofrecer tan sólo media legislatura, partida por una moción de confianza. Si esto sigue así, habrá investidura fallida en primera vuelta y presidente en minoría precaria después. El PP gobernará con 137 escaños sobre 350, es decir, tendrá 213 votos en contra cada vez que intente legislar. Un callejón, no voy a decir sin salida, pero tan estrecho como un chiquero. Abocado a elecciones en dos años. ¿Es esto lo que votaron los españoles? Desde luego que hay militantes de la izquierda que antes se dejan matar que pactar con la derecha, pero quiero creer que van siendo cada vez menos. Ya es hora de que salgamos de las roderas de la guerra civil de nuestros abuelos. ¿De veras es imposible un liderazgo de mano tendida y construcción en común? ¿Por qué no es posible un Gobierno de Rajoy con Sánchez de vicepresidente y ministros de tres partidos constitucionalistas? ¡Sería tan grande la oportunidad de labrar una reforma educativa para siempre, un proyecto constitucional común, una propuesta de punto final para Cataluña! Supongo que sueño... supongo que no es factible en España... supongo que tenemos que estar dándonos garrotazos hasta el fin de los tiempos y continuar partiéndonos el corazón las dos mitades hasta que... sabe Dios hasta qué. Aquí todo es un problema, una cruz, una desgracia. A lo mejor, algún día, comprendemos que la circunstancia –por aciaga que sea- es siempre una oportunidad y que los grandes hombres lo son, no porque les vayan bien las cosas, sino porque saben hacer fructíferas las dificultades. Que es imposible construir juntos las estructuras que verdaderamente nos separan (educación, reforma de la administración, reforma laboral, de la Constitución) desde las mayorías absolutas, y que un parlamento partido, una legislatura compartida es el escenario ideal para conclusiones colectivas importantes, seguras, duraderas en el tiempo. Qué oportunidad, sólo falta que alguien la perciba.