Irene Villa

Teléfono contra el suicidio

La Razón
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Es vital una educación basada en las fortalezas humanas que nos haga emocionalmente fuertes y socialmente responsables. Estos valores bien arraigados, además de procurar una vida plena, y una consecuente mejor y más sana convivencia, pondrían fin o al menos contribuirían a evitar una realidad que nos abruma, angustia y hasta avergüenza porque sigue siendo tabú y no se ataja. Me refiero a que en España se suicidan 10 personas cada día y 200 al menos lo intentan. Además de la ayuda psicológica, que ha de seguir democratizándose, nuestro principal reto como sociedad es evitar lacras sociales como el maltrato, la violencia, el acoso escolar o el ciberacoso... También muchos suicidios han sido consecuencia de la crisis económica que causó estragos en tantas familias. «En 2015 mejoraron de forma relativa las expectativas y se apreció un pequeño respiro, se produjeron 308 suicidios menos, en 2016 bajó la cifra en 33 casos. 3.569 familias han perdido a un miembro a causa de este tipo de muerte en nuestro país», afirma Juan Manuel Dolader, director de la Asociación La Barandilla. Ellos han creado el teléfono contra el suicidio. Aglutinan a personas con discapacidad, familiares y profesionales de la salud, rehabilitación y reinserción social, para contagiar el ánimo y la fuerza suficiente a personas que en algún momento de su vida pasan a formar parte de ese «1 de cada 5» que cae en depresión o cualquier problema mental. Saben que es fundamental emprender múltiples proyectos que ahuyenten los deseos de suicidio e ilusionen de forma determinante. Apuestan también por crear leyes y reglamentos que ayuden a rebajar estas alarmantes cifras, como han hecho otros países europeos que abordan el asunto de manera nacional. Hay que actuar. El teléfono gratuito 910 380 600 está en funcionamiento de 9:00 de la mañana a 21:00 de la noche los 365 días del año y, a partir de marzo, las 24 horas. Gracias a doce profesionales (psiquiatras, psicólogos y educadores sociales) ojalá se consiga superar esa angustia y poner fin a un sufrimiento inútil e infructífero.