Literatura

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Un nobel discutido

La Razón
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Vivan los premios que reconocen trabajo y talento aunque, en ocasiones, no llueva al gusto de todos y se honren los méritos del candidato inesperado. «The times they are a-changing», amigos. Algunos siguen sin dar crédito a la concesión del Nobel de Literatura a Bob Dylan. Un artista que ha trasladado a millones de almas hasta bellos territorios desconocidos. Un cantautor precoz que bebió de las aguas de Rimbaud, exploró cientos de terrenos literarios y fue derramando su talento caótico, su propia banda sonora sobre varias generaciones agradecidas. Un poeta magnífico, un icono que rehúye el aplauso. Un personaje que raya la misantropía en sus conciertos. ¿Un Nobel merecido? Callan o protestan o quizá no comprenden, enfrente, tantos escritores de oficio. Para qué negar la sorpresa, señores de Estocolmo. ¿Cómo se la razonamos a un Murakami? En este diario, el señor Ussía explicó que el jurado escandinavo arrastra un déficit solar autóctono y lo viene somatizando con decisiones, a veces, sorprendentes. No injustas, sí chocantes. Visualiza ahora a Barack Obama, mírame a los ojos y dime que él merecía el Nobel de La Paz. A sólo tres meses de que abandone la presidencia de Estados Unidos, de puertas adentro, su país padece el nivel más elevado de violencia racial en décadas. Y, sin embargo, durante su mandato se ha descongelado la mítica barrera con Cuba.

Bob Dylan guarda silencio, distante. «How does it feel to be on your own?». «Like a rolling stone», él permanece por encima del bien y del mal, a la altura de su legado. Dudo que vaya a recoger alabanzas a Suecia. No lo hizo años atrás, por el Pulitzer, o cuando se le otorgó un Príncipe de Asturias. Este jueves, por cierto, se repetirá el ritual solemne de los premios asturianos en el Teatro Campoamor mientras, en Barcelona, aún saborean el último Planeta. Su ganadora, Dolores Redondo, ate-sora una trilogía de novela negra, exitosa, inspirada en el valle de Baztán. Y ella me lleva a ellos, a otra idea de premio que seguro tú compartes. Propongo, a quien corresponda, un reconocimiento para los dos guardias civiles linchados por radicales abertzales en Alsasua. Atacados ellos y sus parejas. Este episodio, más otros del estilo, más el enorme arsenal descubierto en Francia me llevan a cuestionarme cuánto tiempo nos queda de ETA. Pregunta retórica, me temo, en 2016. «The answer, my friend, is blowin’ in the wind».