
César Vidal
¡Viva Colombia!

La realidad política, nacional o internacional, da para pocas alegrías. Democracias secuestradas, deudas públicas impagables, medios manipulados o consignas engañosas son el pan cotidiano, amargo como el acíbar. Quizá por eso cuando, de manera inesperada, tiene lugar una excepción, una agradable sensación de regocijo invade el alma. Debo confesar que eso es exactamente lo que me ha sucedido este fin de semana al conocer la noticia de la victoria del «no» en el referéndum celebrado en Colombia. Me da igual que el «sí» lo apoyaran presidentes negros o dignatarios vestidos de blancos, cantantes o futbolistas, funcionarios o políticos. No deja de resultarme absolutamente inmoral el que, bajo los auspicios de la dictadura castrista, se pactara entregar a un grupo narcoterrorista la impunidad incluso de crímenes contra la Humanidad, un conjunto de escaños no obtenidos por votación popular, la paralización de las fumigaciones contra campos de cultivo de la droga, subvenciones como nadie las ha recibido en la Historia de Colombia y –¡el colmo!– la imposición de la ideología de género. Semejante proyecto iba adobado con una propaganda más que cuestionable desde una perspectiva moral que igualaba la capitulación ante los narcoterroristas con la paz, mientras que la defensa de la integridad, de la justicia y de las víctimas se equiparaba con el belicismo. Añádase además no pocas irregularidades de carácter jurídico. Pues ni por ésas ganaron. Al menos, hay que reconocer que, a pesar de las unánimes encuestas que daban por vencedor al «sí», se permitió al pueblo votar y el pueblo ha votado que no y hay que dar gracias a Dios por ello. En España, los ciudadanos no pudieron votar si aceptaban los acuerdos de los enviados de ZP y de la banda terrorista ETA en el santuario de Loyola. Tampoco han podido votar si desean que las franquicias de ETA estén en las instituciones. Mucho menos, si cabe, se les sometió a referéndum si estaban dispuestos a la inclusión del matrimonio homosexual en el Código Civil o a normas como la de violencia de género que viola el principio de igualdad ante la Ley. No hablemos ya de cuestiones como las subidas continuas de impuestos o la ampliación de supuestos del aborto porque ahí nadie ha podido decir ni oxte ni moxte. En Colombia, han podido expresarse democráticamente y se han opuesto a consentir la inmundicia política y sus consecuencias. La verdad es que parece que hay días en que las fuerzas del mal son derrotadas y es para gritar: ¡viva Colombia!
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