Pedro Narváez

¿Y si lo malo resulta que es bueno?

La Razón
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Los primeros pasos de Donald Trump en el andador de la Casa Blanca no han podido ser más transgresores. Ha cumplido lo que prometió en la campaña electoral, que no es lo común en el envés de la política en el que se mueve. Coherencia no le falta al magnate. Hasta ahora todo es predecible aunque no quisiéramos verlo. Nadie puede domesticar a un gato salvaje si no quiere acabar con los ojos en una bandeja. Esos asesores que iban a intentar que entrara en razón van un paso por delante de él. Otra cosa es que se nos pongan los pelos como escarpias ante el presidente enlaquecido.

Lo malo, desde este lado del Atlántico, es que al común de los norteamericanos les vaya bien en este arranque de mandato regado de dinero público, empresas que han de volver a los EE UU, plazas para la construcción y el Dow Jones por las nubes. Si Trump genera riqueza, siquiera momentánea, aunque luego le lleve al efecto rebote de una burbuja, la clase media, los trabajadores americanos a los que la Vieja Europa les importa un pepino, apoyarán a su presidente y no habrá «impeachment» ni manifestación que lo mueva del Despacho Oval. A la larga, puede ser un desastre que se cambien las reglas del libre comercio, la deslocalización, en fin, los puntos y las íes de la democracia con los que tampoco comulgan, lo confiesa Alberto Garzón, Izquierda Unida, los extremos se tocan, pero en el corto plazo ese estadounidense medio verá que el dinero circula y que los subsidios a gente que considera forastera, en el sentido que el término tenía en el Lejano Oeste, van a sus bolsillos.

O sea que todo lo que a medio mundo le parece malo parezca bueno a un granjero de Louissiana. En ese caso, el trumpismo no será cactus de un día sino que se aposentará entre las pancartas haciendo una peineta a derecha e izquierda. Hay que prepararse, pues, para convivir con el presidente que han elegido legítimamente aunque no nos guste. En esta nueva era, con Trump, el brexit y el macho alfa que es Putin, Europa debe dejar de ser un nido de burócratas que no arreglan problemas sino que marean perdices y luego se las comen. Todo lo demás será ruido vano. Perded toda esperanza. Trump será Trump. La única manera de combatirlo es cambiar nuestra piel de serpiente y dejar de vociferar contra el monstruo como niñatos asustados. Doy por hecho que este deseo no se convertirá en realidad y que el muro llegará hasta nuestras fronteras y que Europa hará lo que mejor sabe, que es quejarse y dividirse. Antes estaba el Tío Sam para sacarnos las castañas del fuego. Ahora hay que quemarse en buscar la excelencia y la defensa y no en alimentar esa cursilería llamada posverdad con mentiras como la de Carmena sobre la basura o utopías sobre la renta básica. Trump habrá ganado si la Junta de Andalucía sigue aprobando a escolares con un dos en Historia de España.