María José Navarro

Yo, Leonor

Cuando tengan Vds. un ratillo libre, pueblo ingrato, háganme el favor de pasarse por una comisaría y denuncien mi desaparición. Se lo pide su futura reinita, bellezón de melena rubia a la que su familia mantiene oculta y con bozal y que se pasa las horas muertas asistiendo al crecimiento desmesurado de su hermana, esa persona que se ha empeñado en sacarme dos cabezas en cuanto me descuide gracias a un apetito que no lo iguala ni El Tenazas. Luego me pedirán que sonría en las fotos de las vacaciones hasta que se me oxiden los pendientes, pero cualquier día de estos me rebelo y saco malas notas aposta. Que me tienen muy harta. Estoy loca por que me castiguen como al primo Froilán y me manden de monitora a un campamento, con lo monísima que estaría yo de monitoría con las rodillas llenas de costras y los brazos de picaduras de mosquito. Que yo pido poco, que yo lo que pido es que acabe este secuestro y me dejen salir aunque sea con la abuela a que me piten los mineros. O que el abuelo me hubiera llevado a Marruecos, que fueron ciento y la madre y resulta que no puede ir servidora, qué casualidad. Lo que hubiera yo disfrutado con Mohamed y sus gafas de sol, que más que un rey parece La Niña de la Puebla. Pues nada, encerrada como una pantera. He leído, por cierto, que mi abuelo ha dicho que ahora va a pensar sólo en él y en lo que sea bueno para él y le he preguntado a mi madre si es que en algún momento ha dejado de hacerlo. Huelo a internado inglés que tiro para atrás.