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El canto del cuco

Cuestión de confianza

Pocas veces hemos visto una Europa tan desesperanzada y vulnerable, dispuesta a rearmarse hasta los dientes, y una España, tan descolocada y desanimada

Cruzaban las grullas el cielo enmarañado de Madrid a la misma hora en que, abajo, los diputados de la oposición trataban de controlar al Gobierno en el Congreso. El monocorde gru-gru de las grullas era más atractivo y armonioso que el insoportable «más-eres-tú» del habitual rifirrafe parlamentario. Amarillean ya las mimosas del parque y han florecido los primeros almendros, preludio de la primavera. La Naturaleza no falla. Es puntual a la cita, dicen que ligeramente adelantada por el calentamiento global. El ciclo de las estaciones se repite con precisión. Los que fallan son los seres humanos, empezando por los representantes del pueblo y los estadistas del mundo, que ahora mismo nos tienen a todos en vilo con lo de Ucrania y el porvenir de Europa.

En un gigantesco sondeo realizado en todo el mundo se comprueba que lo que pide la gente a los dirigentes en los cinco continentes es, por este orden, esperanza, confianza y un poco de compasión. Todo lo contrario, me parece, de lo que ofrece hoy a la mayoría el «trumpismo» en el mundo, o el «sanchismo» en España. Pocas veces hemos visto una Europa tan desesperanzada y vulnerable, dispuesta a rearmarse hasta los dientes, y una España, tan descolocada y desanimada. La desesperación, decía Unamuno, es la palabra más tremenda del idioma castellano. Y la esperanza, según Chesterton, es «poder ser optimistas en circunstancias que sabemos desesperadas». Habrá que volver a mirar al cielo y observar el paso de las grullas, señal de que viene la primavera y la vida sigue.

La confianza es otra cosa. Depende. Los troyanos se fiaron del caballo de madera de los griegos y pasó lo que pasó. Lo advierte Descartes: «Es prudente no fiarse nunca del todo de quien nos ha engañado alguna vez». Es el caso del presidente Sánchez. Su sola presencia provoca –¿de qué se reirá este hombre?– una desconfianza ostensible. Ha engañado tanto a tantos tantas veces que ha perdido todo el crédito, diga lo que diga y haga lo que haga. Nadie, que no sea de su círculo, se fía ya de él. Por eso se resiste a someterse, como le exige su extraño socio catalán, a la cuestión de confianza en el Congreso. Pero la desconfianza no se reduce a Sánchez, se extiende a los demás dirigentes europeos. Las reuniones del engreído Macron con sus colegas representan la inanidad. Falta liderazgo en Europa. Sólo queda, si acaso, el papa Francisco; pero está enfermo y anciano, internado en una clínica romana, rezando, leyendo los periódicos y viendo pasar las grullas desde la ventana.