Sin Perdón

El derecho a insultar de los socios de Sánchez

«La barbaridad de la «piñata» es una cortina de humo perfecta para el sanchismo y la izquierda política y mediática»

El partidismo que se ha instalado en la Presidencia del Congreso es uno de los indicadores de la degradación que sufre el Estado de Derecho. El espíritu de la separación de poderes se sustenta en la independencia de cada uno de ellos, para impedir, sobre todo, que el Poder Ejecutivo no se convierta en una forma de despotismo democrático. La actual presidenta sigue la tónica de los que le han precedido, aunque agravada a unos extremos que nunca imaginé que fuera posible. La realidad es que se ha convertido en un ministerio más del Gobierno. Es cierto que ha sido un problema endémico desde la Transición, porque los titulares de este órgano han hecho siempre lo que ha querido el presidente del Gobierno que es, además, el líder de su partido. A ninguno se le ocurre mostrar un atisbo de independencia, porque es algo que, desgraciadamente, se paga muy caro en política. La actitud sumisa de Francina Armengol con los requerimientos del PSOE y sus aliados resulta escandalosa. La portavoz de Puigdemont insulta al Poder Judicial y señala con su nombre a jueces sin que Armengol reaccione. Hay que reconocer que al menos no aplaudió la iniciativa inquisitorial destinada a erosionar el Estado de Derecho.

Estos días en que los dirigentes socialistas se escandalizan por el disparate de la «piñata» de Sánchez en la calle Ferraz ya sabemos que los únicos autorizados a quemar retratos del Rey, de magistrados o de políticos son los independentistas catalanes y los herederos políticos de ETA. A esos sí que se puede insultar, vejar o acusarles de comportamiento delictivos sin ninguna prueba. La degradación pasa por legitimar el insulto como forma de actuación política. Es bueno recordar que es lo que se hacía en la Unión Soviética contra los enemigos del Estado. El primer paso era degradarlos, humillarlos y, finalmente, llevarlos a los tribunales populares que ahora serán las ilegales e ilegítimas comisiones parlamentarias que quieren Puigdemont y Junqueras. La barbaridad de la «piñata» es una cortina de humo perfecta para el sanchismo y la izquierda política y mediática. Es una lástima que Sánchez no introduzca cordura en sus filas.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).