Tribuna

Derrota internacional de Putin

La ONU aprobó una Resolución con un total de 142 votos a favor, tan solo 7 en contra y 32 abstenciones. Dicha Resolución pide el «cese de hostilidades» en Ucrania y la «retirada de las tropas rusas»

Se ha cumplido un año de la invasión rusa de Ucrania y aunque la paz está muy lejos, sin embargo, a día de hoy, la Rusia de Putin ha sido ya derrotada, al menos desde el punto de vista del Derecho Internacional. Rusia, de momento, no ha conseguido ninguno de los objetivos que perseguía con la invasión, su situación ha empeorado sensiblemente y el rechazo de la comunidad internacional es evidente y severo.

El pasado 23 de febrero la Asamblea General de la ONU aprobó una Resolución con un total de 142 votos a favor, tan solo 7 en contra y 32 abstenciones. Dicha Resolución pide el «cese de hostilidades» en Ucrania y la «retirada de las tropas rusas», lo que constituye una indiscutible derrota jurídica y política de Rusia y de su presidente Putin.

La nula calidad democrática de los países que, además de Rusia, votaron en contra de la Resolución: Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Mali, Nicaragua y Siria, agrava la derrota rusa: son corruptas dictaduras donde los derechos humanos son desconocidos e incluso se reprime a su propia población. El voto de esos países prueba el internacional aislamiento de Putin, sobre todo en el mundo libre, a la vez que su complicidad con los estados opresores.

El voto de los países que se abstuvieron, la mayoría africanos y asiáticos, entre las que destacan China, India, Sudáfrica y Cuba, no puede esgrimirse como apoyo, aunque sea parcial o limitado, a Rusia. En efecto, una abstención es un acto por el cual un potencial votante, estando presente, decide no ejercer su derecho al voto. La abstención no es un voto, sino un «no voto» o, en su caso, la delegación del voto en quien sí lo ejerce, de forma que quien se abstiene, en realidad, se atiene al resultado del voto de los que sí votan.

En este caso, los 32 países que se abstuvieron, decidieron anticipadamente aceptar el resultado final, que fue ampliamente mayoritario de condena a Rusia y a Putin.

A mayor abundamiento, ninguno de los 32 países que se abstuvieron son verdaderamente democráticos, porque o son democracias muy deficientes como India o Sudáfrica, o son dictaduras más o menos encubiertas, como Sudan o Togo, e incluso algunos otros como China, Vietnam, Laos y Cuba son estados dirigidos férreamente por su correspondiente partido comunista. Ningún país democrático se abstuvo o votó en contra de la Resolución, o lo que es igual, todos los países verdaderamente democráticos votaron a favor de la condena a Rusia, a Putin y a su retirada de Ucrania, lo que le otorga aún mayor legitimad a la derrota rusa.

La Resolución aprobada mantiene la forma de las anteriores, y reitera la necesidad de una retirada inmediata, completa e incondicional de todas las fuerzas militares rusas del territorio ucraniano «dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente», que sin decirlo expresamente, incluye los territorios ilegalmente ocupados desde el 2014, como Dombass y Crimea, y solicita «el cese de las hostilidades».

También exhorta a los Estados miembros a redoblar su apoyo «a los esfuerzos diplomáticos encaminados a lograr una paz general, justa y duradera» y solicita a las partes en conflicto cumplir con sus obligaciones, en línea con el derecho internacional humanitario, «de velar constantemente por no causar daño a la población civil ni a los bienes de carácter civil», y «garantizar el acceso seguro y sin trabas de la ayuda humanitaria». Ambas obligaciones han sido gravemente incumplidas por los invasores rusos, que han causado la injustificada muerte de cerca de 500 niños en sus ataques indiscriminados contra la población civil.

Asimismo, pide «el cese inmediato de los ataques contra las infraestructuras críticas de Ucrania» producto de una deliberada intención de destruir Ucrania y su economía, con el objetivo de impedir su subsistencia como estado soberano, y «pone de relieve la necesidad de garantizar la rendición de cuentas por los crímenes más graves de derecho internacional cometidos en el territorio de Ucrania mediante investigaciones y enjuiciamientos adecuados», lo que es una expresa invitación a enjuiciar los posibles crímenes de guerra cometidos por los rusos.

Este último punto coincide sustancialmente con la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de enero pasado, sobre la creación de un Tribunal para el crimen de agresión contra Ucrania, con el convencimiento de que este tribunal especial enviaría un mensaje muy claro tanto a la sociedad rusa como a la comunidad internacional, de que Putin y los dirigentes políticos y militares rusos pueden ser condenados por su crimen de agresión en Ucrania.

Hay que ser conscientes de las dificultades que tiene el Derecho, y sobre todo el Derecho Internacional, para abrirse camino entre bombardeos y hostilidades, pero hay que apostar por ganar esta otra batalla, jurídica y política, frente a la ilegítima invasión de Ucrania, y al anacrónico y peligroso imperialismo derivado del nuevo nacionalismo ruso que representa Putin.

Tomás Torres Peral.Comandante de Caballería. Academia de las Ciencias y Artes Militares.