La situación

La descoordinación del PP

«Cuesta que los dirigentes del PP mantengan un discurso coordinado. No tanto en el fondo de las cuestiones, cuanto en el tono»

Uno de los mecanismos que mejor funciona en la bien engrasada maquinaria de Moncloa es el de la uniformidad en el discurso. Cada día, el operativo se pone en marcha en algún despacho del palacio presidencial, desde el que se envía a los ministros y a los dirigentes socialistas el argumentario correspondiente a los asuntos de actualidad. El cumplimiento de las órdenes es tan estricto, que en ocasiones resulta cómico comprobar como cuatro, cinco o seis altos cargos del gobierno y/o del PSOE repiten las mismas palabras en el mismo orden. En el sanchismo, el margen de maniobra que se concede a los subalternos del presidente es menor que aquel del que dispone la tropa en un cuartel. En comparación, el Partido Popular es el ejército de Pancho Villa.

Cuesta que los dirigentes del PP mantengan un discurso coordinado. No tanto en el fondo de las cuestiones, cuanto en el tono y en las palabras que se utilizan. Isabel Díaz Ayuso es la campeona cuando se trata de poner en aprietos a sus compañeros de partido. Su afán por ir siempre más lejos que nadie coloca en serios aprietos a sus compañeros, desde Feijóo hacia abajo, impelidos por los periodistas -como es natural- a situarse al lado de la presidenta de la Comunidad de Madrid o, por el contrario, a distanciarse de ella. En ese lance, alguien queda desautorizado y, por extensión, el propio PP.

Otro ejemplo reciente lo aporta Esteban González Pons. Pretendiendo criticar la criticable actuación de Moncloa en la crisis con Venezuela, consideró conveniente acusar al gobierno de colaborar con «el golpe de Estado de Nicolás Maduro». Y no pareció que fuesen esas las palabras exactas que Feijóo había decidido utilizar en el marcaje del PP a Pedro Sánchez, porque ningún dirigente popular preguntado sobre si compartía la acusación de González Pons asumió ese criterio como propio.

Entre la disciplina extrema, en la que se limita la libertad de pensamiento y de palabra, y ser un festival libertario de declaraciones, quizá Feijóo pueda encontrar un punto medio. Quizá. Pero, de momento, no lo encuentra.