
Aunque moleste
Dictaduras ideológicas
De apariencia democrática, Vargas Llosa las veía tan peligrosas como las militares
Se nos ha ido Vargas Llosa tras una prolífica vida de actividad imparable en la literatura, el periodismo, el columnismo y la política. De sus novelas se ha dicho casi todo. Me gustaron algunas muchísimo y otras menos, e incluso las hubo que no me gustaron nada, pero no cabe más que descubrirse ante cumbres como «La Ciudad y los Perros», «Conversación en la Catedral» o «La Fiesta del Chivo», aunque con la que más disfruté fue con «Los Cachorros».
A Mario le dimos en EFE el Premio Rey de España, no por sus creaciones literarias, sino por sus magistrales columnas de enfermiza actualidad, siempre al límite de lo correcto, comprometidas con la libertad, por la que luchó con su pluma y también en la arena política, donde perdió unas presidenciales frente a Fujimori. Vargas Llosa solía decir de sí mismo, con severa autocrítica, que sus apuestas políticas eran casi siempre erradas. Cierto. Así ocurrió, por lo general. Sus candidatos casi nunca ganaban. Era mucho mejor analista que protagonista, aunque, sobre todo, fue siempre un luchador infatigable, activista extremo con una marcha más propia de un hombre de 50 que de un veterano de 89, edad a la que ha muerto, por supuesto, con las botas puestas. No podía ser de otra forma.
Dice Clint Eastwood, otro ilustre nonagenario hiperactivo, que la clave de su productividad a los 94 está en que «cuando me levanto todos los días, nunca dejo entrar al viejo», frase que se ha hecho célebre e inspiró al cantante de country Toby Keith para componer la bella canción «Don’t Let the Old Man», que se transformó en viral e Eastwood incluyó en su película «La Mula», donde retrataba la vida de un horticultor de 90 años, convertido a esa edad en camello de un cártel mexicano.
El afamado actor, guionista, productor y director ha recibido todos sus Oscar y mejores premios después de los 65, edad a la que millones de personas se jubilan. A Vargas Llosa le pasó algo parecido. El Premio Nobel se lo dieron con 74, y después siguió escribiendo sin descanso, entregado al columnismo, interviniendo a su manera en la política. Le remarcó un día a Carlos Alsina, en entrevista en Onda Cero, que «lo importante es no morirse en vida», algo que ha guiado su trayectoria hasta el final.
En España le agradecimos mucho su lucha contra la vía ilegal del separatismo catalán, interviniendo activamente en las multitudinarias manifestaciones del año 2017 en Barcelona. Mario fracasó en la política, pero fue un referente en la defensa de las libertades y en denunciar a las «dictaduras ideológicas», que por desgracia han sucedido a las dictaduras militares en buena parte del mundo, en particular en América. Dictaduras de apariencia democrática, a la postre tan peligrosas como las otras. Y más duraderas, casi siempre.
Clint Eastwood se define como libertario, opuesto a todas las guerras y radical opositor a Obama, «protagonista del mayor fraude jamás perpetrado en EE.UU.». Mario se forjó en el comunismo, pero llegó pronto a la conclusión de que «la izquierda no cree en la democracia», y desembocó de la mano de Margaret Thatcher en el neoliberalismo. Apoyó después a Javier Milei, pero nunca a Trump, por ser «un peligro para el mundo».
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