Crisis económica

La economía española acusa cada vez más la falta de Gobierno

La Razón
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En un escenario próximo de recuperación de los precios del petróleo, apreciación del euro y contracción de los mercados emergentes, como el que pronostica el Banco de España en su último boletín económico, cobra fuerza la hipótesis de que el crecimiento de la economía española se basará en un renovado tirón del consumo interno o se verá abocado a un nuevo periodo de recesión. O dicho de otra forma: España tiene que aprovechar la actual situación favorable de los citados factores externos, a los que habría que añadir la abundancia de liquidez en los mercados financieros, para concluir su programa de reformas estructurales, sobre las que pivotarán la expansión del empleo y el incremento de la productividad. Estamos, pues, ante un momento crítico de la vida nacional, que demanda un esfuerzo de inteligencia y generosidad por parte de todos, pero especialmente de los representantes de los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, sobre quienes recaen, sin duda, las mayores cuotas de responsabilidad en el momento presente. Porque, como señalan los analistas del Banco de España, si la economía española ya empieza a notar las consecuencias negativas de la presente incertidumbre política –con una caída del PIB en el primer trimestre de este año con respecto a los dos últimos trimestres de 2015–, el temor a un cambio en las políticas económicas en la dirección que proponen las formaciones populistas y de extrema izquierda puede afectar a la «decisión de gasto de los agentes privados», traducida en un frenazo a las inversiones y en la consecuente reducción del crecimiento del PIB previsto por el Gobierno del Partido Popular para los años 2016 y 2017. La conclusión del Banco de España es que los riesgos para la economía española han empeorado apreciablemente en los últimos meses y es urgente afrontarlos. Una percepción que, lamentablemente, está tomando carta de naturaleza entre nuestros principales socios y aliados que, como en el caso de la aplazada visita del presidente norteamericano Barack Obama, comienzan a expresar signos de inquietud.

Como era de esperar, desde las formaciones parlamentarias que mantienen como única prioridad el «desalojo» del Partido Popular de los ámbitos de decisión, las advertencias contenidas en el informe del Banco de España han caído en saco roto, sólo útiles como munición gruesa para atacar la gestión económica del Gobierno de Mariano Rajoy. Pero si tal actitud sería entendible –que no justificable– entre los partidos de la izquierda radical, que tratan de acomodar los datos objetivos a sus deseos, se hace más difícil de aceptar en los dirigentes del Partido Socialista, a quienes se les supone experiencia de gobierno y sentido de Estado y que deberían acusar, en lo que tienen de aviso a navegantes, unas recomendaciones del Banco de España que no descalifican, precisamente, lo hecho durante la pasada legislatura, sino que impelen a mantener la misma política en sus ejes fundamentales. Quien afirme que hay otra forma de mantener el crecimiento o peca de voluntarismo o pretende, como en la Grecia de Alexis Tsipras, engañar a los votantes. Sólo con una alianza de Gobierno con fuerte respaldo parlamentario, como la que preconiza el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, con PSOE y Ciudadanos, se puede hacer frente con garantías a los riesgos de involución que denuncian el Banco de España y la Comisión Europea.