Elecciones generales

PP, Cs y Vox afianzan su mayoría

el futuro arco parlamentario anuncia que los partidos mayoritarios que aspiran a gobernar, PSOE y PP, no sobrepasarán los cien diputados o, de hacerlo, no irán más allá de los 110. Muy atrás quedan las mayoría absolutas unipartidistas. Se trata de mayorías muy minoritarias que, en los dos casos, han dejado atrás la mitad de sus históricos techos de diez millones de votos. Ambas formaciones, sobre las que recayeron los gobiernos de España –y los grandes pactos de Estado– desde el principio de la Transición, han visto como se ha desgajado su electorado hacia nuevas siglas, Podemos y Cs, en muchos casos sin cambios sustanciales en los programas, aunque sí en la manera de comunicarlos y el agotamiento de sus políticos. De ahí que se hayan creados bloques –que no coaliciones, ni pactos electorales– que han fortificado mensajes ideológicos centrados exclusivamente en la defensa de la unidad de España. Las elecciones andaluzas fueron la primera llamada de atención de los efectos devastadores del «proceso» independentista catalán: los socialistas dejaban el poder en la Junta por su «diálogo» con los independentistas y entraba Vox en el Parlamento. Esta tendencia se ha reforzado desde el 2 de diciembre y, según un sondeo de NC Report que publicamos hoy, PP, Ciudadanos y Vox conseguirían la mayoría absoluta con el 52,5% de los votos y 188 de escaños. Por su parte, la izquierda, incluyendo sólo a PSOE y Podemos, se situaría en el 40,1%. Su tendencia a la baja se constata desde poco después de alcanzar La Moncloa el pasado 1 de junio. Ni reeditando el «pacto de la moción de censura» –con ERC, PDeCAT, PNV y Bildu–, posibilidad que Sánchez siempre negará en campaña, conseguiría la mayoría absoluta, quedándose en el 45,9% y 164 diputados. Por contra, el apoyo al PP desde la llegada de Pablo Casado ha ido en aumento, moderadamente, pero en continúa ascensión. Pedro Sánchez ganaría las elecciones del 28-A con el 24,1% de los votos (entre 96 y 99 escaños), un 1,5% más que en las generales de junio de 2016 y 318.154 electores más. Pero hay un dato que descompone la alternativa de izquierdas: su socio principal, Pablo Iglesias, cae el 5,2% y se deja 1.262.538 electores. Es decir, la izquierda pierde fuerza y su programa social –caballo de batalla clásico de socialistas y comunistas– ha sido apartado por el identitario de sus socios nacionalistas vascos y catalanes. Un retroceso en toda regla. Sánchez querrá culpar a «las derechas» de esta radicalización y de que él siempre ha estado en el centro, pero, como bien sabe, fue el independentismo desde la Generalitat quien desafió al Estado de Derecho. Hoy estamos viviendo las consecuencias. Nunca hasta ahora el PSOE había estado en una posición tan radical y tan alejada del conjunto de la sociedad española. La prueba es que, si bien recuperaría 662.000 votantes de Podemos, 417.000 se marcharía a Cs. El PP perdería el 26,2% a favor de Cs y Vox exactamente en la misma proporción para ambas formaciones. Aun y así, los populares se quedarían sólo a 120.000 votos de los socialistas, lo que indica que el nuevo marco político se estabilizaría con dos grandes bloques que se reparten más del 90% por ciento del electorado. El partido de Santiago Abascal entraría en el Congreso con el 10% de los votos (entre 19 y 22 escaños) y 2.391.000 electores. Como todos los partidos pequeños, será penalizado por el sistema proporcional, de manera que obtendrá representación en 11 de las 52 circunscripciones y sólo el 47,3% se convertirán en escaños. El clásico llamamiento al «voto útil» ya no tiene sentido, sobre todo cuando se ha demostrado, como bien refleja los resultados en Andalucía (captaron el 50,99% de los votos), que el fraccionamiento del centroderecha en tres opciones no perjudica a la participación.