Barcelona

Seria advertencia a Mas

La pérdida del sentido de la realidad entre los impulsores del separatismo catalán, no por constatada deja de ser preocupante. Pese a que cada vez son más las voces solventes que advierten de las gravísimas consecuencias negativas que para la estabilidad y el futuro de Cataluña y, por ende, de España, acarrea el proceso irreflexivamente puesto en marcha por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, asistimos a una fuga hacia adelante, tanto más absurda cuanto más se adivina el inevitable final de la aventura. Así, ayer, coincidieron a un tiempo la presentación, en Barcelona, de un manifiesto firmado por sesenta de los principales empresarios, ejecutivos y profesionales liberales extranjeros residentes en Cataluña, que dibuja un alarmante panorama para la Comunidad en la hipótesis de que se llevara adelante el proceso secesionista; y la intervención, en Madrid, del presidente de la CEOE, Juan Rosell, que expuso la realidad, groseramente ocultada por la maquinaria de la propaganda nacionalista, de que la mayoría de los catalanes ni se quiere ir, ni se va a ir, porque sabe que es mucho mejor seguir juntos. Más allá del pronóstico sombrío, por realista, que se desprende de la declaración de los empresarios foráneos –Cataluña quedará fuera de la Unión Europea, difícilmente mantendrá el euro como moneda y tampoco se beneficiaría de la libre circulación de trabajadores, mercancías y capitales–, por otra parte reiterado hasta la extenuación desde Bruselas, lo más grave es la constatación de que ya se están frenando las inversiones extranjeras en Cataluña y que muchas empresas preparan planes de contingencia para eventuales deslocalizaciones. Pero, contumaces en el error, dirigentes como el presidente de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Oriol Junqueras, insisten en que la comunidad permanecerá en la UE, con todos los privilegios de un país miembro, y plantean analogías imposibles que no resisten el más mínimo examen. Afortunadamente, esa campaña de desinformación, por muy dañina que sea, pierde cualquier relevancia ante el hecho de que el proceso separatista tiene un final prescrito por las leyes vigentes, certeza que empieza a abrirse paso entre la mayoría de los ciudadanos de Cataluña, con el alivio que es de suponer, y que lleva a algunos dirigentes de CiU a buscar en el Gobierno de Mariano Rajoy una problemática solución al callejón sin salida en el que se encuentran, y que sólo puede encontrarse en la asunción del grave error político cometido por la Generalitat y en su consecuente rectificación. En caso contrario, cualquier propuesta de negociación recibirá la misma respuesta reiterada desde Moncloa: que no se puede dialogar sobre una pretensión que supone, llanamente, conculcar la Constitución.