El canto del cuco

El ejemplo francés

El ejemplo francés, tanto incorporando a Vargas Llosa a la Academia como acogiendo como le corresponde a Juan Carlos I, merece ser puesto de relieve con envidia y gratitud

Los que nos iniciamos de niños en la lengua francesa, que entonces prevalecía sobre el inglés, y luego, en nuestra inquieta mocedad, pasamos inolvidables veranos en aquel París efervescente del 68, sobreviviendo con unos pocos francos en el bolsillo, sabemos la importancia que da Francia a la cultura y entendemos bien su fervorosa acogida a las destacadas personalidades de fuera –poetas, escritores, cineastas, músicos, pintores…– que se acercan a sus dominios y a sus cafés, vengan de donde vengan. En esta apropiación o asimilación de lo de fuera hay tanto interés patriótico como generosidad. Es, me parece, un ejemplo de pueblo acogedor e inteligente, que no oculta su afán de grandeza, tan característico.

Esto explica el ingreso de Mario Vargas Llosa, gran escritor hispano-peruano y Premio Nóbel, en la Academia Francesa aunque no haya escrito ningún libro en francés. Ya es uno de los «inmortales». La directora de la Academia, Hélèn Carrère D’Encausse –ella rechaza el lenguaje inclusivo y prefiere llamarse director– declara a Marc Bassets de «El País» que no conoce a ningún escritor que hable tan bien de Flaubert como él. Con eso basta. Flaubert asentirá desde más allá de las estrellas: «Las pasiones se debilitan cuando se las cambia de país». Pero ha habido otro aspecto de la declaración de la directora, que además es historiadora, que me parece digno de resaltarse. Se refiere a la presencia del rey Juan Carlos en el solemne acto, invitado por el escritor, y que, como adelantó ella, sería tratado según su rango. Dice que la imagen que en Francia tienen de él es la de su extraordinario papel en el acceso de España al Estado de derecho. ¿Y los escándalos? «Eso es –responde– lo que se denomina los aspectos secundarios de la historia».

Contrasta esta visión positiva, de amplias miras, con la zarrapastrosa y cicatera actitud de determinados sectores políticos y mediáticos españoles hacia la figura del rey bajo cuyo mandato llegó la democracia y la prosperidad a España. Ni siquiera le dejan pasar tranquilo en su patria los últimos años de su vida. El ejemplo francés, tanto incorporando a Vargas Llosa a la Academia como acogiendo como le corresponde a Juan Carlos I, merece ser puesto de relieve con envidia y gratitud. Esta noche del viernes el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dará una cena en el palacio del Elíseo en honor del flamante académico Vargas Llosa, en la que ocupará lugar destacado el viejo rey de España, amigo del escritor e invitado especial. Frente a la política de vuelo corto, gallináceo, se agradece la política de altos vuelos.