
El canto del cuco
¿Fin de ciclo?
«El presidente del Gobierno ha entrado en una fase preventiva de estruendosa preparación ante un clima político más incierto y desafiante». Huele a ciclo cumplido.
Con el Gobierno de Sánchez nada es lo que parece. Todo es líquido o vaporoso. Todo es inestable, inseguro. Él vive, tan contento, al borde del precipicio. La permanencia, su único objetivo, depende de negociaciones constantes al filo de lo imposible, como hemos comprobado estos días de atrás con el «decreto ómnibus» –«¡el decreto no se toca!»– y el pacto con Puigdemont. ¿Qué va a pasar ahora con la cuestión de confianza? ¿Y con el Fiscal del General Estado? ¿Cómo van a afectar a la estabilidad del Gobierno las próximas actuaciones judiciales contra la familia del presidente, de su Gobierno y de su partido? Cuando hay un respiro y pregonan desde La Moncloa que se agotará la legislatura con presupuestos y todo, lo prudente es ponerlo en duda. Lo mismo pasa con el argumento económico: la economía oficial (las cuentas públicas) va bien; la economía real (las cuentas privadas) va mal. El relato no concuerda con la realidad. Ese es el problema de Pedro Sánchez.
Hay poderosos argumentos para pensar que esto no resiste. Grandes fondos de inversión –revela Vozpópuli– se preparan para un cambio de Gobierno antes de que acabe el año; creen que el Gobierno proyecta un adelanto electoral. Observan que «el presidente del Gobierno ha entrado en una fase preventiva de estruendosa preparación ante un clima político más incierto y desafiante». Huele a ciclo cumplido. A la evidente inestabilidad gubernamental por la caída de su socio de extrema izquierda se une la quiebra de la mayoría de la investidura en el Congreso de los Diputados, donde Sánchez tiene que sudar sangre para sacar adelante cualquier ley en el último minuto, a un coste insoportable. Y el clima internacional le es rigurosamente hostil. Ni Trump ni Israel le perdonan sus desvaríos. En Europa las acusaciones de falta de respeto a la independencia judicial, con tendencia autocrática y ultraizquierdista, empiezan a hacer mella. Su papel es cada vez más marginal.
El Gobierno, según The Objective, acaba de licitar el contrato para las papeletas y los sobres de las próximas elecciones generales. Es extraño que se encarguen con tanta antelación si se piensa agotar la legislatura. Por si acaso, el Partido Popular está preparando ya el programa electoral. Y el socialista García-Page, uno de los pocos que se atreve a levantar tímidamente la voz, ha dicho en El Hormiguero que esto es un «laberinto sin salida», y que si Sánchez no puede sacar adelante el proyecto de investidura «tiene que convocar elecciones». Hay un clamor a favor de que se acabe el ciclo sanchista, pero no salimos del laberinto.
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