Aunque moleste
El fin y los medios
A Pedro Sánchez le vale lo que sea con tal de mantener el poder
Que a Sánchez los medios a emplear para conseguir su fin no le importan, parece acreditado por su trayectoria de actos y pactos. Rubalcaba lo caló bien cuando dijo a uno de sus colaboradores militares: «Debemos impedir que llegue al poder, porque será una desgracia para España». No lo consiguió ni él ni la vieja guardia socialista, que le acusó de protagonizar un bochornoso Comité Federal con urnas ilegales, siendo tildado por sus compañeros de «tramposo» por promover un «pucherazo» con una votación sin comprobar cuántas papeletas se metían en la urna. Aquello no le salió bien y dio al traste con su primera etapa en la Secretaría General, a la que volvió con la «banda de los cuatro» (Koldo, Ábalos, Cerdán y el mismo Sánchez) para recuperar el poder en las primarias, pese a las denuncias de la «escandalosa» manipulación que destaparon sus oponentes en Sevilla. Lo que vino después avala la teoría maquiavélica de que «cualquier fin justifica los medios», pactando con el demonio de Podemos, blanqueando a Otegi o amnistiando al independentismo catalán. Todo vale con tal de mantener el poder, incluida la ocupación de la Justicia y el control de las empresas de comunicación, tareas en las que está ahora. Sobre esto último, cobra actualidad la entrevista de Antonio Jiménez a David Alandete, en la que éste explicaba cómo, cuando era director adjunto del diario gubernamental, el hoy presidente del Ejecutivo, entonces solo líder del Partido Socialista, se dedicaba a llamar a periodistas del rotativo para cambiar titulares que no le convenían.
«A mí me llamó –dijo Alandete– para que cambiara un titular que decía: «El PSOE tolera la cadena perpetua para salvar el pacto antiterrorista»; me llamó Sánchez en persona, desde un número desconocido y, de muy malos modos, me pidió que cambiara el titular. Le dije: «Mira perdona, esto es muy poco común, no acepto este tipo de comunicaciones y no puedo cambiar un titular, que además, es cierto». Me respondió: «Es que no ayudas a la causa»; le contesté: «No sé qué causa debo tener como director adjunto de un periódico, pero le invito a que no me pida estas cosas»; y Sánchez concluyó la conversación: «Pues voy a llamar a tus jefes». En efecto, llamó a los dos y pidió mi cabeza varias veces».
Aquello, apostilla Alandete, «provocó una grave crisis interna, que intentamos solucionar, hasta la moción de censura, tras la cual, en una semana, provocó el cese del director del periódico y el despido fulminante de 15 directivos que éramos gente sin preferencia ideológica».
No contó en esa entrevista Alandete, pero sí otros despedidos, que Sánchez tenía información privilegiada sobre lo que iba a publicar el periódico, antes incluso de que saliera la edición impresa, lo que suscitó sospechas sobre quiénes estarían facilitando al líder socialista esa información. Tales fueron los recelos, que se llegó a articular una trampa con titulares «fake», para comprobar si también eso llegaba al aludido, como así ocurrió. Se desató entonces una importante crisis que acabó con la desactivación de los filtradores, que fueron apartados del área de política, tras lo que estos abandonaron el periódico.
Alguno de ellos fue más tarde premiado por Pedro con un cargo de relieve, como es costumbre en nuestro timonel.