Al portador

En el final del sanchismo y en el comienzo de lo mismo

La elección de la presidencia y mesa del Congreso fue el final del sanchismo, anunciado y esperado por tantos, y el principio de lo mismo, algo así como el sanchismo 2.0

Ludwig Wittgenstein (1889-1951), uno de los «grandes» de la filosofía del siglo XX, autor del «Tractatus», siempre a vueltas con la lógica y con el lenguaje, defendía que «nunca puede haber sorpresas en la lógica». La lógica, más allá del «sueño de una noche de verano de tantos», fue lo que se impuso el jueves en la sesión constitutiva de la XV Legislatura. Pedro Sánchez pagó o firmó pagar –no está claro– el precio que le exigía Carles Puigdemont y la socialista Francina Armengol preside el Congreso, que está controlado por un multipartito variopinto, pero que también está al albur del humor del prófugo de Waterloo, «cosas veredes, amigo Sancho». La elección de la presidencia y mesa del Congreso fue el final del sanchismo, anunciado y esperado por tantos, y el principio de lo mismo, algo así como el sanchismo 2.0. El jefe de Junts, cuyos intereses no son de este país al que quiere destruir, mantuvo el suspense hasta el final, sobre todo para los incautos, aunque era inimaginable que sumara sus votos a los del PP y de Vox para hacer presidenta del Congreso a Cuca Gamarra.

Puigdemont, que tampoco es inmune a todo, sufrió hasta el último momento presiones de todo tipo, pero de manera especial, de los socialistas catalanes, el PSC, con una campaña social y mediática muy agresiva en la que le profetizaban todos los males si no apoyaba a Sánchez. Incluso le recordaron que ¿quién le amnistiaría si eso depende del PP y de Vox? Eso significa que los socialistas ya están embarcados en la búsqueda de una fórmula para «amnistiar» a Puigdemont y los suyos. Ya hay expertos, como Xiol Ríos, ex-magistrado del Constitucional, que lo ven factible y, en cualquier caso, ahí está Conde Pumpido al frente del Alto Tribunal para hacerlo posible. El perdón –que puede tener sus efectos positivos– no sería, sin embargo, el final de nada, según advierten gentes de la empresa y los negocios catalanes que han visitado al «ex-honorable» en Waterloo. Quiere más y su constancia es legendaria. Sus objetivos más inmediatos son la amnistía, antes incluso que para él, que juega a mártir, para todos los encausados por el procés y también vengarse en las urnas catalanas de ERC y de Junqueras. Ha aclarado que los tratos con Sánchez son una subasta, que tendrá precios diarios, el siguiente para la investidura y después para el día a día. El final del sanchismo y el principio de lo mismo. Todo, desde que se conoció el resultado de las elecciones, con una lógica aplastante, sin sorpresas, como explicaba el genio Wittgenstein.