
El canto del cuco
Gaudeamus, igitur
Crecen las asociaciones de estudiantes de tendencia conservadora, inspirada en el humanismo cristiano, y pierden fuerza los movimientos radicales de izquierda, que hasta hace poco ejercían el dominio casi absoluto
A uno, que ha pasado media vida en la Universidad, tanto pública como privada, aprendiendo y enseñando, le conmueve y hasta le rejuvenece volver a los campus y comprobar que revive el espíritu universitario. Después de un tiempo de silencio, nos enteramos de que la Universidad tiene otra vez algo que decir. «¡Gaudeamus, igitur!» ¡Alegrémonos! Lo primero que salta a la vista es que, de un tiempo a esta parte, está habiendo una rebelión contra la cultura establecida, la imposición «woke» y el «progresismo» imperante, ateo naturalmente. Crecen las asociaciones de estudiantes de tendencia conservadora, inspirada en el humanismo cristiano, y pierden fuerza los movimientos radicales de izquierda, que hasta hace poco ejercían el dominio casi absoluto, sobre todo en las Facultades donde germinó Podemos, la organización de Iglesias, Monedero y Errejón. Hasta el punto de que empieza a haber un desfase ideológico llamativo entre el viejo profesorado y el nuevo alumnado.
Existe el riesgo de que, con este movimiento pendular, aumente la presencia de la extrema derecha en la Universidad y genere la consiguiente confrontación. Vox lleva tiempo intensificando su presencia. Por eso es especialmente encomiable y esperanzador que las asociaciones de estudiantes que están predominando, sean de talante crítico, pero liberal y moderado. Lo que está pasando en las aulas y campus universitarios adelanta previsiblemente la evolución política del país en los próximos años. La Universidad barrunta el cambio de tendencia que afecta a Europa y a todo el mundo occidental. Esta rebelión en las aulas contra la ideología de izquierdas es más ostensible en las Universidades privadas, a las que el Gobierno acusa de hacer negocio con «chiringuitos». En realidad, las Universidades privadas son más libres e incontrolables.
La ofensiva contra las privadas, en las que han cursado sus estudios el Presidente y varios ministros, encierra una evidente carga ideológica y es una maniobra política contra Gobiernos autonómicos del PP, con Madrid a la cabeza. Lo que importa de verdad no es la calidad académica, impidiendo los «chiringuitos»; la arremetida contra las privadas entra de lleno, –lo ha proclamado con aspavientos la vicepresidente Montero– en la dialéctica marxista de la lucha de clases, fracasada frente a la fecunda colaboración de lo público y lo privado. El caso es provocar el enfrentamiento, que es la constante del sanchismo, frenar la deriva conservadora y distraer al personal. Dice Montaigne: «He conocido en mi época cien artesanos, cien labradores, más sabios y más felices que algunos rectores de Universidad». Y, se supone, que algunos políticos y políticas. Pero está bien que gobernantes ágrafos intenten mejorar ahora la enseñanza universitaria. «¡Gaudeamus!».
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