Opinión

Georgina: Envidia y ostentación

"Me dice mi hijo Pepe, de 15, que el Insta de Georgina está plagado de haters femeninas de mediana edad que le llaman paleta, fea, puta y gorda…¡Un asunto muy turbio esto del hating!"

¿Y quién es el culpable de la envidia? ¿El envidioso, ese innoble reptil, o el envidiado (quizá alguien que presume sin el menor decoro desconsiderando las circunstancias de los demás?

Cuando pensamos en Georgina Rodríguez, la española más seguida en redes sociales, acuden a nuestra mente los símbolos más groseros del poderío físico, económico, la cultura del bling bling y todo su cortejo: relojes cuajados de brillantes, pendientes de zafiros, rubíes y esmeraldas (su hijita menor se llama Bella Esmeralda, aunque podría llamarse Frozen Blancanieves, porque el nombre lo eligieron sus hermanos de 3 años conforme a sus gustos cinematográficos).

Realicen este ejercicio conmigo, vamos, no me negarán que cuando piensan en Cristiano y su mujer, enseguida aparecen garajes atascados de Ferraris, Bugattis, Lamborghinis y Bentleys, con asientos de cuero blanco a juego con sus carillas blanquísimas y sus leggins y tangas; continúen visualizando este sueño pop, el sueño de toda dependienta, digo yo: Birkins de cocodrilo teñidos de rosa chicle o lima, estiletos imposibles, mocasines de la toile monogram arrojados desde la cubierta de los yates, jets privados en cuyos asientos amplísimos reposan los glúteos desafiantes de Gio y sus escotes opiáceos y, esto último tan literal como lo anterior, jamones y más jamones, chorizos y lomos, de la mejor calidad ibérica, que mastican los mejores carrillos hialuronizados, al ritmo de los pómulos de diseño donde descansan a su coqueta caída unas pestañas postizas. Y luego, el simpático y no menos ambicioso misticismo y su necesidad de trascendencia. Y la Virgen María, y Georgina arrodillada en las iglesias; y niños pobres y las monjitas. Todo tan Versace que ni Donatella ni Gianni, que en paz descanse, lo hubieran imaginado nunca.

Continúen pensando en la jaquesa (de jacetana y jequesa) de origen argentino que jamás entraba a un restaurante con su madre y su hermana y ahora tiene camareros para espantarle las moscas, decoradores pelotas y dichosos que no paran de actualizar y renovar sus mansiones y un grupo de amigos pobres (las “queridas”), afortunados y serviles que adoran a la que un día fue tan paria como ellos (y como todos). ¿Sentirán envidia las “queridas”?

Y díganme, ¿sienten envidia ustedes? ¿Seguro que no? ¡Qué difícil es autoanalizarse!

Yo no suelo sentir envidia, creo; me gusta rodearme de personas más sexis e inteligentes que yo, más preparadas, más elegantes, más divertidas, más elocuentes, nobles, dignas, delgadas, bondadosas, más altas, adineradas, sensuales, carismáticas, estilosas...

Me dice mi hijo Pepe, de 15, que el Insta de Georgina está plagado de haters femeninas de mediana edad que le llaman paleta, fea, puta y gorda…¡Un asunto muy turbio esto del hating! Sobre todo, para los que insultan. El odio siempre es muy grotesco y la peor de las bajas pasiones porque mana directamente de la ignorancia, y porque pone de manifiesto dos características muy tristonas del sujeto odiador: la primera, que se pelea consigo mismo incluso mientras duerme. (Cuando sientas que rabias desmedidamente, aparezca la ira y emerja la necesidad de proyectarla, la mayor parte de las veces, si no todas, eres tú que estás enfadado contigo mismo.) Y la segunda: que es ingenuo, inmaduro, un alma elemental que divide el mundo en dos grupos: uno, nosotros, poseedores de la verdad absoluta; y luego el otro.

Si necesitan más información, en “Yo Soy GIO”, la madre de los hijos de Ronaldo les regala a sus “queridas” sus muebles viejos (nuevísimos y carísimos_y horterillas) y le pide a una de sus amigas que se ponga unas botas nuevas que acaba de comprar para ablandárselas que le aprietan. Mediten sobre esto (yo me tragué los 6 capítulos seguidos).

Y como veo que les interesan los fenómenos de la ostentación y la envidia, íntimamente relacionados, les adelanto que el documental de Netflix es como el Insta de Georgina, pero en movimiento. Facebook, Twitter, Instagram, Tik tok y ahora Netflix lo tienen claro. Somos mucho más rentables babeando frente a la pantalla que distraídos con nuestras vidas o afectos. Y por supuesto, somos más rentables envidiando las vidas ajenas u odiándolas, que pensando.

Dejenme aclarar que la expresión "envidia sana” es de las gilipolleces más delatoras e in sa nas que pueden salir rodando de nuestra boca, al respecto; ya que la única forma de envidia que puede conocer el ser humano es la envidia cochina, en sus distintos grados, por supuesto.