La situación

Griterío o alternancia

«Lo complicado para el PP es encontrar el método para recuperar a una parte de esos votantes que un día lo fueron de Aznar y de Rajoy»

La tradición dictaba que en España los partidos que sufrían crisis internas tendían a hundirse en los sondeos y, después, en las urnas. Los ciudadanos castigaban la división porque, con buen criterio, el votante se preguntaba cómo podría gobernar el país el líder de un partido que se muestra incapaz de gobernar a sus propios compañeros. Pero el mundo ha cambiado, y la relación de la ciudadanía con la política, también.

La estulticia se extiende, y ahora lo importante para un amplio sector social es el griterío que, por ejemplo, nos han dejado los ultras trumpistas reunidos este fin de semana en Madrid, de la mano de Abascal. Pero no solo ocurre en ese extremo, porque las encuestas reflejan en la izquierda un dato interesante: los votantes de Sumar y Podemos apoyan a Pedro Sánchez más que a los líderes de sus propios partidos. Consideran que el presidente lidera el griterío, muy por encima de los responsables de la extrema izquierda. Y la extrema derecha no aprecia en Feijóo capacidades vocales para vocear con la exuberancia que ellos esperan, y se entregan a Vox porque ha conseguido aparecerse ante el mundo paralelo de las redes sociales como el representante de Trump en España. Explicado con otras palabras: el votante de extrema derecha es trumpista, y apoya a Abascal por delegación, aunque Vox se deshilache.

Ante esta situación, Sánchez es un hombre feliz, porque nada reduce tanto las posibilidades de una alternancia en el poder como el trumpismo, más deseoso de provocar algarabía, que de facilitar un cambio de gobierno. De hecho, sus seguidores asumieron sin rechistar que Vox abandonara las coaliciones autonómicas con el PP. El trumpista español prefiere no desgastarse con la gestión, porque luego te examinan.

Lo complicado para el PP es encontrar el método para recuperar a una parte de esos votantes (otro sector ya es irrecuperable) que un día lo fueron de Aznar y de Rajoy. Porque cuesta imaginar cómo podría Feijóo gobernar España, en compañía de quienes jalean a aquel que nos informó de que los inmigrantes se comen a los perros y a los gatos de sus vecinos.