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Himnos
«Els Segadors» es un invento romántico que aconseja, con ominosos acordes menores, liquidar a golpes de hoz a unos enemigos exteriores informes y metafóricos
Ahora que le parece obligatorio a todo el mundo denunciar los delitos de odio en las redes, no sé si se han parado a observar las letras de los patrióticos himnos nacionales con detenimiento. La mayoría dice unas barbaridades descomunales, encaminadas principalmente a enardecer al autóctono contra los ajenos. Fíjense si no en «La Marsellesa», ese himno del que se enamora cualquiera que haya visto la película «Casablanca». Resulta tan adorable porque no dominamos el francés, ya que su letra recomienda llenar los surcos de los campos con sangre extranjera a la que, por cierto, califica de impura. Friendly no parece.
Aquí mismo en Barcelona, sin ir más lejos, mañana miércoles un montón de políticos entonarán «Els Segadors»; otro de esos himnos cuyo estribillo propone una buena cuchillada. Un montón de políticos buenistas se pondrán a cantarlo con la mano en el corazón, mientras con hipocresía «woke» denunciarán luego los discursos de odio en Tik Tok.
«Els Segadors» es un invento romántico que aconseja, con ominosos acordes menores, liquidar a golpes de hoz a unos enemigos exteriores informes y metafóricos. Vale, la hoz no es un arma de destrucción masiva, pero, aunque su eficacia militar es limitada, resulta de mucha efectividad para un triste, concreto y brutal asesinato rústico. Por eso Valentí Almirall, el padre del catalanismo (un republicano federal, por cierto), rechazó el himno, tildándolo de apología del odio y del fanatismo. Los coros de Anselm Clavé también se negaron siempre a interpretarla por las mismas razones.
A los hipócritas políticos que mañana se extasiarán diplomáticamente cantándolo a viva voz para que les vea todo el mundo, me gustaría enviarles hoy un mensaje: si no sois capaces de plantaros críticamente ante esas letras que son ceremonias de odio en estado puro, si ese ejemplo tan lamentable que dais es el patriotismo, que sepáis que sencillamente yo me borro entonces de ese asunto.
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