El canto del cuco

La Justicia y el poder

La justicia se somete a la voluntad del poder, y la política, al interés electoral. Todos contentos

Dice Platón en «La República»: «Lo que sostengo es que la justicia no es sino lo que interesa al más poderoso». Apliquemos esto al embrollo del «Sí es sí» y, sobre todo, a la confirmación oficial de la ley del aborto. Añade el gran pensador griego: «La discusión no es sobre un asunto cualquiera, sino sobre el modo como se debe vivir». De eso se trata precisamente: del derecho a vivir del ser humano no nacido, el más indefenso. El asunto es de una extrema gravedad. El Tribunal Constitucional ha aprovechado la mayoría «progresista» para dar el visto bueno, sin pérdida de tiempo, al derecho al aborto. Lo ha hecho conforme con el poder socialista y de acuerdo con la ideología de género, que se impone acríticamente como el gran dogma laico de nuestro tiempo.

El Partido Popular, que había recurrido en su día la controvertida ley convencido de su inconstitucionalidad, se ha plegado ahora a la sentencia, impulsada por un evidente interés ideológico y político, contrario al humanismo cristiano que figura aún en los estatutos del partido que preside Núñez Feijóo. Todo un contrasentido. Lo que ayer era injusto se acepta hoy por interés electoral, asumiendo el planteamiento –eso que se llama tontamente relato– de la izquierda. Es verdad que desde que se aprobó la Constitución hasta hoy la opinión pública ha cambiado aquí considerablemente en este escabroso asunto por presión de la cultura dominante. Nadie se imaginó entonces que iba a abrirse paso masivamente la aceptación social del derecho al aborto, que Julián Marías calificó en 1994 como lo más grave, sin excepción, que había ocurrido en el siglo XX. Y nadie podía sospechar entonces que, andando el tiempo, el sucesor de Fraga iba a aceptar sumisamente esta ley del aborto sin mostrar la más mínima contrariedad.

Hay interés político, con las urnas en el horizonte, en pasar cuanto antes página a este engorroso asunto. La justicia se somete a la voluntad del poder, y la política, al interés electoral. Todos contentos. La ética, la coherencia y la dignidad son aspectos secundarios. La sentencia de los jueces progresistas es, en el fondo, un alivio para la derecha. El pretexto es claro: los garantes de la Ley han hablado, ¿para qué darle más vueltas al tema? En el PP se abre paso en esto la línea laica y liberal. Así, acampando en el terreno tradicional de la izquierda, podrán presentarse por fin al electorado como centristas y moderados, y esto, creen, compensará la fuga de votos a Vox y la fuerte decepción de la jerarquía católica. Veremos.